El Jair Messias Bolsonaro más genuino se asoma cada jueves a los teléfonos móviles y las pantallas. A las siete en punto de la tarde, empieza el Facebook Live semanal del presidente de Brasil. Cada siete días, cambia el elenco, pero el escenario, el guion y el tono varían poco en el resumen cortado a la medida de los bolsonaristas más ultras. Dos indígenas, a los que presentó como “hermanos indios”, lo acompañaron esta semana como ejemplo vivo de qué motiva su proyecto legislativo más polémico para la Amazonia. De camisa y pantalón, los dos invitados ofrecían la imagen del indígena que le gusta a Bolsonaro, el asimilado, nada que ver con los coloridos tocados y las decoraciones corporales cotidianos en muchas aldeas.
Vino a decir el mandatario que, para prosperar, los indígenas deben poder cultivar a gran escala, talar, extraer oro, diamantes o construir hidroeléctricas en sus tierras si así lo deciden (ahora es ilegal). Se habló de desarrollo social y económico, pero ni palabra del valor ecológico de esas tierras, que incluyen la Amazonia, biodiversidad o crisis climática.
El asunto que copaba en ese instante los titulares de prensa -el coronavirus ha matado ya a 400.000 brasileños– fue mencionado de pasada durante la hora de retransmisión desde el Palacio de Planalto, en Brasilia. Todo, sin mascarillas ni distancia de seguridad.
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