Nayib Bukele, presidente de El Salvador, aprovechar el desplome del precio del bitcoin debido a las protestas en Kazajistán, un lejano país del Asia central que desde 2021 es el segundo mayor centro de emisión.
Para ello prometió ofrecer “energía muy barata, 100% limpia, 100% renovable, con cero emisiones, de nuestros volcanes”. El 10 de junio, Bukele hizo público en Twitter un proyecto geotérmico que servirá como sede del minado de las criptomonedas en el mundo.
El Gobierno del autoritario Kassym-Jomart Tokayev ordenó la semana pasada el corte total de Internet para evitar que los manifestantes pudieran transmitir la violenta represión desatada desde el Estado, pero su decisión acabó convirtiéndose en un duro traspié para el opaco negocio de las monedas virtuales: el apagón afectó con fuerza a las criptomonedas, principalmente el valor del bitcoin.
A miles de kilómetros, un pequeño país llamaba entonces la atención de los inversionistas del sector, que creen que la estabilidad que garantiza Bukele —y los sueños faraónicos del joven mandatario— pueden ser tierra fértil para crear un gran centro de minado.
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El popular presidente ya había anunciado en noviembre sus grandes planes para convertir a su país en un laboratorio mundial de la criptomoneda. En una enorme puesta en escena a finales de ese mes anunció la creación de una Ciudad del Bitcoin, a un coste de miles de millones de dólares.
Frente a centenares de seguidores, con un escenario muy parecido a los montados por las grandes tecnológicas cuando anuncian sus nuevos lanzamientos, Bukele se mostró entusiasta con el proyecto y prometió que llevará desarrollo económico para su país. Desde su Gobierno, se ha afirmado que esta iniciativa pretende convertir a El Salvador en la Singapur de América Latina. Y solo faltaba la desgracia de otros para que el sueño comience a encarrilarse.
Esta historia inicia en Almaty, la ciudad más importante de Kazajistán. En el gran centro industrial y comercial del país estallaron a inicios de enero violentos disturbios por el aumento del precio del gas licuado y la energía en momentos en que el país centroasiático sufre bajísimas temperaturas invernales. El descontento ciudadano aumentó incendiado por la corrupción de las élites económicas y políticas y las grandes desigualdades sociales.
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Arrinconado por las manifestaciones, Tokayev pidió ayuda a Rusia, que envió militares al país, y lanzó una brutal represión que ha dejado al menos 164 muertos, 1.000 heridos y casi 10.000 detenidos. ¿Pero qué tienen que ver las protestas de Almaty con el bitcoin? La respuesta está en el uso de energía que requieren las llamadas granjas de minado.
Se trata de enormes y potentes equipos de cómputo que trabajan sin parar, lo que demanda mucha energía. Los precios bajos de este recurso atrajeron a los inversionistas y el Gobierno kazajo los recibió con entusiasmo, pero al dispararse la demanda energética, la población comenzó a sufrir apagones, varias centrales sufrieron sobrecargas y el precio de la energía se disparó. Luego llegó el corte a Internet y el desplome del valor de la moneda, que la semana pasada cayó casi un 8%, al pasar de 42.951 dólares a 37.000 dólares.
El bajón puso nerviosos a los inversionistas, que creían que Kazajistán era su tierra prometida por ser un país estabilizado a fuerza de autoritarismo, con enormes recursos energéticos, una corrupción obscena y poca regulación para este tipo de negocios. Y es aquí donde esta historia salta al trópico. A inicios del pasado junio la Asamblea Legislativa salvadoreña adoptó una ley que hace del bitcoin una moneda de uso legal. Un hecho que el presidente Bukele celebró con entusiasmo.
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