Un notable giro en la política del Vaticano se ha registrado con la reciente renuncia de Angelo Becciu a participar en el cónclave que seleccionará al próximo papa, programado para comenzar el 7 de mayo. Este cardenal italiano, que alguna vez fue una de las figuras más influyentes en la Santa Sede, ha sido despojado de todos sus privilegios por el papa Francisco tras su condena por malversación.
Con 76 años, Becciu fue en su momento un consejero cercano al pontífice argentino y un aspirante potencial al papado. Sin embargo, su carrera dio un vuelco drástico debido a un escándalo en torno a una operación inmobiliaria en Londres, lo que lo llevó a enfrentarse a la justicia. En 2020, Francisco exigió su renuncia a la prefectura de la Congregación para las Causas de los Santos y le retiró sus derechos como cardenal.
A pesar de no figurar en la lista oficial de electores, Becciu había presionado para poder ser parte del cónclave. No obstante, el cardenal Pietro Parolin, uno de los más cercanos colaboradores de Francisco, le presentó dos documentos firmados por el papa que confirmaban su exclusión. Estas cartas, que datan de 2023 y de abril de 2025, fueron presentadas ante otros cardenales reunidos para organizar los preparativos del cónclave.
La trayectoria de Becciu en el Vaticano destaca una etapa de reformas impulsadas por Francisco, con el objetivo de sanar las finanzas de la institución, a menudo envueltas en controversias. Durante sus años en la secretaría de Estado, Becciu fue un aliado clave de Parolin, quien es considerado un principal contendiente para el papado en este nuevo ciclo que se avecina.
La situación actual de Becciu ilustra el delicado equilibrio de poder dentro del Vaticano y la búsqueda de transparencia en sus operaciones financieras. Conforme se acerca la fecha del cónclave, la atención se centra no solo en quién será el próximo líder de la Iglesia católica, sino también en las dinámicas de poder que configurarán el futuro del Vaticano.
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