Un adiós desangelado y aséptico. Después de superar un cáncer que le ha apartado nueve meses de las pistas, Carla Suárez había hecho un esfuerzo extraordinario las semanas previas a Roland Garros con el objetivo de llegar a punto al grande francés y poder despedirse así de sus aficionados, dado que tras 18 temporadas como profesional, la canaria colgará la raqueta a finales de curso. Sin embargo, a eso de las 20.20 del martes, por la megafonía del complejo se escuchó: “Las puertas del estadio se cerrarán a las 20.45”.Y así ocurrió.
En mitad del partido de la primera ronda entre la española y Sloane Stephens, el público que presenciaba el duelo –programado para el último turno, patinazo de la organización– empezó a desalojar la grada hasta que esta quedó completamente vacía. “Lo he disfrutado, pero con público lo hubiera disfrutado más…”, lamentó con elegancia Suárez, en un claro mensaje a la dirección del torneo; “ha sido triste que se hayan tenido que ir. No era lo que había soñado, pero espero que al menos hayan disfrutado viéndolo por la televisión”.
Este año, en el marco de la profunda renovación estructural que está llevando a cabo desde 2015, Roland Garros estrena sesión nocturna. Es decir, al igual que el Open de Australia y el US Open (Wimbledon, fiel a su naturaleza, todavía resiste), incluye en sus horarios partidos a partir de las 21.00 en la pista central. Ocurre que esta edición, la novedad choca frontalmente con la realidad: a dicha hora, los parisinos deben estar ya en sus domicilios en correspondencia con el toque de queda fijado por las autoridades debido a la pandemia.
De este modo, el ambiente nocturno es descafeinado, nada que ver con las bulliciosas sesiones de Melbourne ni por supuesto Nueva York. Apenas asisten los miembros de los respectivos equipos, una decena de fotógrafos y los periodistas que suben a la tribuna. Por el recinto deambulan los empleados del torneo, nadie más. “Definitivamente es diferente”, decía con ironía Serena Williams, después de protagonizar el lunes el histórico retoque programático en París junto a la rumana Irina-Camelia Begu.
Silencio en la Chatrier y el resto de las pistas en la que todavía continúa la actividad porque se han dilatado los partidos. Cemento. El eco de los pelotazos. “Bueno, la semana pasada tuve un gran apoyo en Belgrado, jugando frente a una multitud en medio de buenas vibraciones, así que no importa…”, dijo el martes Novak Djokovic, mordiéndose la lengua. Al número uno, elegido para el segundo día de nocturnidad, frente a Tennys Sandgren, no le gustó en realidad encontrarse con un panorama tan insípido.
“Pero espero que el resto de los partidos que juegue aquí tengan público en las gradas porque, ya sabes, son una de las mayores razones por las que sigo compitiendo”,continuó; “fue extraño, honestamente, pero también me siento honrado de jugar el primer partido masculino a esta hora”.
“No se oía nada en la pista, solo a las palomas”,describió el francés Jo-Wilfred Tsonga un día antes, ya que durante su pulso con Yoshihito Nishioka los espectadores también tuvieron que abandonar los asientos e irse a casa; escena calcada a la que aconteció el domingo, cuando Stefanos Tsitsipas y Jérémy Chardy vieron desfilar a la gente en mitad del juego. Igualmente Madison Keys y Océane Dodin en la Simonne Mathieu. Y este miércoles, más. Silencio. El Medvedev-Paul se jugó en la sepulcral atmósfera de la Chatrier.
“Estaba oscuro, fresco, no a cinco grados como el año pasado, pero aún así fresco”,detalló en el canal Eurosport el ruso, número dos de la ATP; “tengo entendido que se hace para la televisión. Prefiero jugar por la tarde cuando hace sol, que por la noche cuando la arcilla está pesada y húmeda. No me ha gustado”.
Condicionado por las difíciles circunstancias del presente, el torneo, en fase experimental, decidió seguir adelante con su plan inicial de la sesión nocturna, que pensaba estrenar el año pasado y no pudo ejecutar porque las circunstancias eran aún más adversas. En concreto, ha programado veladas hasta el día 9, pero esa última noche —la primera dentro de la fase 3 de la desescalada en Francia— el público parisino— 5.000 personas, que aumentarán a un máximo de 13.000 los cinco días restantes, del 35% al 65%— sí podrá presenciar los partidos.
Mientras tanto, los aficionados tendrán que conformarse con seguir los desenlaces de la jornada en la pista principal a través de Amazon.