“Teníamos todos 20 años, eran los 2000, gobernaba Aznar y seguíamos conviviendo con ETA. Hacía poco que habían asesinado a Miguel Ángel Blanco, y nos unieron mucho las campañas que hicimos en Columna Digital Vasco”. Antonio González Terol, vicesecretario territorial del PP, era entonces el presidente de Nuevas Generaciones en el distrito de madrileño de Moncloa-Aravaca, donde recalaron Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado como militantes del PP. “Pablo e Isabel eran muy ideológicos y activos”, recuerda. “En aquella época, afiliamos a muchísima gente, a colegios mayores al completo. Ahí se forjó una relación personal y política que continúa hasta hoy”. El actual líder del PP y la presidenta de Madrid dieron juntos sus primeros pasos en política y se hicieron amigos. Dos décadas después, aquellos cachorros del PP son ahora sus dirigentes más importantes. La victoria de su amiga Isabel en las elecciones de Madrid del 4-M le ha dado un impulso decisivo a Casado, pero también supone un desafío personal y político. El líder del PP trata de surfear la ola Ayuso sin que le pase por encima.
“Nadie más que yo deseaba la victoria de Isabel, y nadie desea mi victoria más que ella”, ha dicho esta semana Casado. Desde el día 4, el presidente popular ha insistido en vincular el arrollador triunfo de Ayuso en las elecciones regionales con las siglas del PP —“Isabel es puro PP; es PP por los cuatro costados”, dijo— y consigo mismo. Ha recordado que ella fue su apuesta personal, cuando decidió nombrarla candidata en Madrid en 2019 contra el criterio de muchos. Y ha reivindicado su estrategia como condición necesaria para el resultado de la candidata en las urnas. Algunas fuentes del partido han visto en el líder una sobreactuación innecesaria. “La auctoritas es ostentar el poder sin necesidad de exhibirlo”, opina un dirigente popular.
La buscada imagen en el balcón de la sede de Génova la noche del día 4 fue para algunos un ejemplo de ello. Las sonrisas y los abrazos que compartieron Casado y Ayuso mientras celebran la victoria en el balcón de la sede del PP estuvieron precedidos de momentos tensos. “Hubo sus más y sus menos”, reconoce una fuente popular sobre las negociaciones previas entre ambos equipos acerca de cómo debía festejarse el triunfo, y quién debía protagonizarlo. Los asesores de Ayuso, con Miguel Ángel Rodríguez, su jefe de gabinete, a la cabeza, recelaban de la imagen porque entendían que retrotraía al viejo PP de Francisco Álvarez Cascos: “Si es por ellos, no hubiera habido ni balcón. Hubo que hablarlo hasta el último minuto”.
“Dudábamos de todo: de la situación, de que fuera demasiado ostentoso…”, admite una fuente del Gobierno de Ayuso. “Pero en cuanto hablaron ellos dos [Casado y Ayuso] por teléfono, se solucionó todo. Se entienden con la mirada”, añade. “El ruido es entre los equipos, los entornos, que quieren proteger a sus jefes”.
Nada refleja mejor que ese capítulo las corrientes soterradas que marcan la relación entre ambos dirigentes. Hay políticos del PP que se divierten al ver que el líder nacional retrasa cada vez más la fecha en la que dice que conoció a la hoy presidenta de Madrid en funciones, intentando reforzar su vinculación —“Cada vez salen más años”, ironizan—. Y otros señalan que los dos se esfuerzan por mantener una buena relación, compartiendo confidencias casi diarias y desayunos periódicos, ante las evidentes desavenencias de sus asesores.
Ayuso tampoco se caracteriza por un liderazgo dócil. Vuela libre, reivindica su autonomía y trabaja su proyección más allá de Madrid. Esta semana se ha dedicado a la prensa extranjera, atendiendo una veintena de peticiones de medios informativos de Europa y América: ha concedido entrevistas a The Times o a Radio Caracol de Colombia. “Yo tengo un perfil propio y aspiro a seguir teniéndolo; siempre he sido independiente y libre”, dijo en campaña. El Times la bautiza como “la dama de hierro de Madrid”, y “la estrella conservadora en ascenso en España”, y alerta de que “pone su mirada en Pedro Sánchez”. Otro detalle no menor: la fecha de su próxima toma de posesión como presidenta, el 19 de junio, se ha elegido con esmero para hacerla coincidir con el séptimo aniversario de la proclamación de Felipe VI como rey de España.

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