En un llamado urgente a la nación de Honduras, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha emitido una contundente advertencia sobre las preocupantes dinámicas de seguridad en el país, específicamente sobre el uso extendido del ejército en roles de seguridad pública, una práctica que tiende a desdibujar las líneas entre la defensa nacional y la seguridad ciudadana. Este giro hacia un estado de excepción, donde los militares asumen tareas tradicionalmente reservadas a la policía, despierta temores de un retroceso en las libertades civiles y en el respeto a los derechos humanos.
A lo largo del continente americano, la separación entre los roles militares y policiales ha sido un pilar fundamental en la construcción de sociedades democráticas. Esta distinción no solo asegura una clara demarcación de responsabilidades, sino que también protege a los ciudadanos de posibles abusos de poder. En este contexto, Honduras aparece como un caso emblemático de una tendencia preocupante: la militarización de la seguridad pública como respuesta inmediata a crisis sociales, tales como el aumento de la violencia y la criminalidad.
La CIDH, una entidad de suma importancia en la promoción y protección de los derechos humanos en las Américas, insta a Honduras a reconsiderar su enfoque en la gestión de la seguridad. La preocupación radica en que, bajo el manto del estado de excepción, se pueda facilitar un entorno donde se vulneren los derechos fundamentales de los ciudadanos, incluyendo el derecho a la libertad y a un juicio justo.
Este llamamiento ocurre en un momento crítico para Honduras, un país que ha enfrentado desafíos de gran envergadura en materia de seguridad, pero que también busca fortalecer su tejido social y su marco democrático. La seguridad, argumenta la CIDH, no debe traducirse en una represión que sacrifique los principios básicos de libertad y justicia, sino en la capacidad del Estado para proveer bienestar y protección a todos sus ciudadanos dentro de un marco legal que respete sus derechos.
El mundo observa con atención cómo Honduras navegará estas aguas turbulentas. La decisión del país de volver a centrar sus estrategias de seguridad en torno a las fuerzas policiales, respetando los límites que la ley y los derechos humanos imponen, no solo determinará su propio futuro, sino que también servirá como un referente para otros países de la región que puedan verse enfrentados a dilemas similares.
En última instancia, el caso de Honduras resalta la importancia de mantener un equilibrio entre la seguridad y el respeto inquebrantable por los derechos humanos. Es un recordatorio de que las soluciones a los problemas de seguridad deben construirse sobre la base de la justicia y el respeto por la dignidad de cada individuo, asegurando así un futuro más prometedor para todos. La CIDH se mantiene firme en su llamado a Honduras, enfatizando la necesidad de una ruta que privilegie el fortalecimiento de las instituciones civiles y garantice la protección integral de los derechos humanos, como piedra angular para la paz y la seguridad en la región.
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