“Tuve que parir a mi hijo muerto y a nadie le importo”, afirma Claudia Gómez, de 35 años, que ha pasado por dos muertes gestacionales: ambas antes de los 180 días de gestación. En su primer aborto, no tuvo permiso, sino que le dieron una baja por enfermedad común a diferencia del otro, donde tuvo más tiempo para recuperarse. Esta diferencia se debe a que en España el permiso de maternidad existe en casos de muerte perinatal, pero únicamente cuando se han superado los seis meses de embarazo.
Gómez ha decidido comenzar una petición en la plataforma change.org con el fin de presionar a las autoridades estatales. Con el título: Sufrí dos muertes gestacionales y mi dolor importa. ¡Permiso por duelo gestacional YA!, la iniciativa lleva más de 31,206 firmas –al finalizar este artículo– de las 35,000 que pretende conseguir.
Esta valenciana explica que el dolor en los casos de muerte gestacional no entiende de días, ni de semanas. “El permiso solo existe para aquellas madres que pierden a sus hijos a los 180 días, a pesar de que el 80% de los abortos espontáneos ocurren en las 13 primeras”, recalca.
Hace unas semanas salió la noticia de que Nueva Zelanda ha aprobado por unanimidad un proyecto ley para otorgar una baja por duelo de tres días en casos de pérdida gestacional. La medida, que se convertirá en ley, supone una mejora importante de la legislación actual que ya contemplaba los permisos remunerados cuando la muerte perinatal se producía después de las 20 semanas.
Al ver esto, a Gómez se le ocurrió que ella podía ayudar a que esto también fuera una realidad en España y decidió empezar a crear conciencia sobre este tema desde sus redes sociales y ahora está recogiendo firmas. “Más allá de lograr el objetivo propuesto, yo quiero alzar la voz para que este problema deje de ser invisibilizado en la sociedad”, dice Gómez.
“Es urgente que se regule sin un periodo arbitrario de tiempo, que se reconozca el duelo físico y mental y que incluya a la pareja que es parte de la ecuación y también sufre”, denuncia Gómez que ha sufrido en primera persona el dolor físico y psicológico de una muerte gestacional. Las tres palabras que iniciaron ambos duelos fueron: “No hay latido”.
“Nadie está preparado para escuchar esta frase, pero lo peor viene después. A mi segundo bebé, Hugo, que murió en mi vientre con 17 semanas de gestación, lo tuve que parir y nunca se me olvidará la sensación de sentir su cuerpecito entre mis muslos y que la enfermera me pusiera una sábana por encima para que no lo viera”, recuerda. “Después llegó una ginecóloga que le dijo a otra: Trae ese bote para meter al bebé”, relata.
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