Recorrer las minas de la comarca onubense del Andévalo, entre la sierra de Aracena, la Tierra Llana de Huelva y la frontera con Portugal, es viajar muy lejos de la Andalucía tradicional. Sin presencia de castillos árabes o pueblos blancos, lo que ha moldeado aquí el paisaje es la minería, una decimonónica actividad que ha dejado como legado museos industriales, barrios de aire victoriano y, sobre todo, unos impresionantes cráteres que parecen descender al centro de la Tierra. Dicen que la NASA encontró en estas tierras un lugar idóneo para preparar la exploración de Marte. Solo hay que ver sus ríos teñidos de rojo para pensar que debe de ser cierto. En un lugar de apariencia tan extraña es donde curiosamente nació el fútbol español moderno: en 1878 se fundó el Río Tinto Foot–Ball Club, el primer club con vocación profesional, aunque el decano del fútbol en la zona sea el Recreativo de Huelva, fundado 12 años después.
Riotinto
Un río rojo, minas marcianas y aroma a fútbol
Merece la pena comenzar el recorrido en el corazón de la comarca, en el yacimiento milenario de cobre, azufre, pirita, oro y plata de las célebres minas de Riotinto, un nombre que viene del color rojo de su río, debido a la reacción de las aguas ácidas con los minerales de hierro del terreno. Esta localidad al sur de la sierra de Aracena de 4.000 habitantes (el triple hace un siglo) es la cabecera de la cuenca minera de Huelva, cuyos yacimientos fueron explotados desde antes de los tartesios por todas las culturas peninsulares.
Abandonadas durante casi 2.000 años, las minas fueron redescubiertas por la compañía inglesa Río Tinto, que en 1870 fundó aquí un pueblo para explotar estos yacimientos y convertirlos en uno de los más importantes del mundo. Eso sí, a costa de unas condiciones de salubridad lamentables incluso para los estándares decimonónicos. Tras el cierre de las explotaciones en los albores del siglo XXI, exactamente en el año 2001 —aunque en 2015 un proyecto de Atalaya Mining recuperó el yacimiento de cobre—, gran parte del conjunto fue reconvertido en un impresionante parque minero que comprende un museo minero y ferroviario, con una colección de hallazgos arqueológicos, la reproducción de una mina romana y los vagones del tren minero de Riotinto (además de uno realizado para un marajá indio). La visita al parque se completa con la Peña de Hierro, una mina a seis kilómetros de Riotinto donde se ha recuperado una galería de 200 metros; y la llamada Casa 21, una vivienda construida en 1895 para albergar a los capataces británicos. Decorada con muebles y objetos procedentes de Inglaterra, es como un viaje en el tiempo hasta la época victoriana, que se puede completar dando un paseo por otros edificios y lugares de la barriada Bellavista, donde se alojaban los ingleses: el casino, la iglesia presbiteriana, el campo de críquet y el cementerio anglicano. Y una curiosidad que muchos no saben: Riotinto es la cuna del fútbol español, pues aquí se fundó el primer equipo de la Península en el año 1833, a iniciativa de los ingleses.
Una buena manera de visitar el conjunto es a bordo del Ferrocarril Minero, un convoy del siglo XIX que unía las minas con el puerto de Huelva, y que ahora hace un recorrido de 22 kilómetros por toda la zona. En vagones de madera reconstruidos a partir de los planos originales, y con locomotoras que son joyas del patrimonio ferroviario mundial, se atraviesan paisajes transformados por la mano del hombre durante 150 años de actividad minera, acompañando el trazado del río Tinto y su ecosistema único. Un conjunto de sensaciones que traslada a los visitantes a escenarios más propios de otro planeta.
Sin embargo, el lugar más pintoresco es el cráter de la Corta Atalaya, que se halla a las afueras de la localidad: se trata de una mina a cielo abierto de forma elíptica, de 345 metros de profundidad —es de las más grandes de Europa—, y de la que durante décadas se extrajo cobre.
Desde Riotinto merece la pena desviarse hacia Nerva, a unos cinco kilómetros. Su ayuntamiento, con su torre del reloj, es uno de los mejores edificios de la época inglesa, y muy cerca, otro centro de arte contemporáneo: el Museo Daniel Vázquez Díaz, con una colección de obras del padre del cubismo español. Y para empaparse del sabor británico de las minas, se puede dormir en la Old England House, una casa rural decorada como si se tratara de una antigua mansión inglesa de la época victoriana, en el antiguo barrio de los directores ingleses de las minas. Y en el restaurante Época, de aire rústico, se recrean los platos que comían los mineros del siglo XIX.
Para preparar el viaje (o para recordarlo después) es más que recomendable la lectura de la novela El corazón de la Tierra (2001), de Juan Cobos Wilkins, y la película del mismo nombre, dirigida por Antonio Cuadri en 2007, con una espectacular fotografía de la zona y una recreación histórica del poblado inglés, partidos de fútbol incluidos.
La nota precedente contiene información del siguiente origen y de nuestra área de redacción.