El último informe del grupo de expertos sobre cambio climático de Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés) presentado este lunes constituye un demoledor aviso sobre los impactos que ya están cambiando el planeta de forma irreversible. Ahora llega el turno de la batalla política, pues hacer caso del “código rojo” de los científicos requiere una transformación radical de nuestra sociedad que no resulta nada fácil por sus enormes implicaciones económicas y sociales.
Como resume Christiana Figueres, exsecretaria ejecutiva de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, “este informe es un recordatorio más de que tenemos que acelerar los esfuerzos mundiales para abandonar los combustibles fósiles”. Para este descomunal desafío, ya hay en marcha compromisos importantes, pero en los próximos meses deben tomarse decisiones clave en negociaciones a escala europea y mundial.
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Como muestra el estudio del grupo de trabajo I del sexto informe de evaluación del IPCC hecho público el lunes, cuánto más se caliente el planeta, peores serán las consecuencias. Y muchas de las esperanzas para evitar los peores escenarios de los científicos pasan por la Cumbre Mundial del Clima de Glasgow (COP26) que debe celebrarse el próximo noviembre. “La COP26 será el momento de la verdad”, incide Figueres, que defiende la validez del Acuerdo de París, del que fue una de las artífices en 2015. “Todo lo que necesitamos para evitar los impactos exponenciales del cambio climático es factible. Pero depende de que las soluciones avancen exponencialmente más rápido que los impactos, y de que nos pongamos en camino de reducir a la mitad las emisiones globales para 2030”, asegura la costarricense.
El objetivo final del Acuerdo de París es que la temperatura media del planeta no suba más de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales, intentando limitar ese aumento a 1,5 °C. El trabajo científico del IPCC asegura que en todos los escenarios analizados se supera la barrera de 1,5 grados en los próximos 20 años, pero sigue habiendo un caso en la que la temperatura vuelva a bajar y se quede a este nivel para final del siglo. Esta es la alternativa más optimista, si se llevan ya a cabo reducciones rápidas y a gran escala de las emisiones.
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El escenario más pesimista es que se siga emitiendo estos gases al mismo ritmo que ahora, lo que subiría la temperatura 4,4 grados, y multiplicaría la intensidad y frecuencia de los fenómenos extremos. Fuera del informe, la realidad, como señala Wendel Trio, director de Climate Action Network (CAN) Europe, es que con los compromisos actuales de reducción de los países sobre la mesa, el planeta va a un aumento de cerca de 2,5 °C. “Es insuficiente, para reducir el riesgo de eventos extremos como los incendios de Grecia o las inundaciones de Alemania y Bélgica este verano, los países deben comprender que deben hacer más”, incide el director de esta red de organizaciones ecologistas, que reclama que China y EE UU, los principales emisores del planeta, aumenten sus compromisos para la cumbre de Glasgow, así como la Unión Europea.
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De forma específica en Europa, el pasado mes de julio la Comisión Europea presentó el paquete Fit for 55 (en forma para el 55, en inglés) para aumentar la ambición climática. Esta propuesta incluye incrementar el compromiso de reducción a un 55% de las emisiones de efecto invernadero para 2030 y otras medidas como que a partir de 2035 no se puedan vender turismos ni furgonetas nuevos que emitan dióxido de carbono, lo que en la práctica significa vetar los motores de gasolina, diésel, gas e híbridos cinco años antes de lo que establece la nueva Ley española.
Para el director de CAN Europe, “el 55% de reducción para 2030 está en línea para no superar los 2 °C, pero hace falta más para situarnos en la trayectoria de 1,5 °C”. Como cuenta, dentro de la Unión Europea hay países como Polonia o Bulgaria que son reticentes a aumentar los compromisos, pero al mismo tiempo considera que el estudio del IPCC da argumentos contundentes a otros socios europeos o al propio Parlamento Europeo para pedir más ambición.
Coches eléctricos y energías renovables
“Para el sector de la automoción, el coche eléctrico es una alternativa que no cambia tanto las cosas, lo mismo que las renovables para las empresas eléctricas, pero hay otros sectores para los que va a ser mucho más difícil, como el de la agricultura, la aviación o industrias como el acero”, comenta Trio. “Por eso hay que ir mucho más rápido en la reconversión de aquellos sectores en lo que resulta más sencillo y dejar así tiempo para los otros más difíciles”.
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El estudio del IPCC asegura que, desde el punto de vista de la ciencia, de las leyes de la física, sigue siendo posible quedarse en 1,5 °C. Pero ahora hay que ver si también lo es con las leyes de la economía y de la ciudadanía. En política, algunas medidas contundentes también puede tener un coste electoral. Como señala Pedro Linares, profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería ICAI y director del centro de estudios Economics for Energy, “es bueno que la gente reaccione a un informe como este, pero hay que ser conscientes de que resolver esto es muy complicado”.
Para el director del centro de estudios Economics for Energy, ya el informe del IPCC de 2018 que analizaba de forma específica la meta de 1.5 °C dejaba claro que era necesario conseguir la neutralidad climática en 2040-2050, lo que significa que las únicas emisiones que se sigan generando para entonces sean las que pueden absorber los sistemas naturales. “Eso es un cambio bárbaro, pero cuando ves que Europa y EE UU, que son los más avanzados, se comprometen a la neutralidad en 2050, cuando ese año debería ser para todos, entonces ahí ya ves que no se llega”. Con todo, Linares considera que “no hay que resignarse”. “Quizá alguna nueva tecnología nos permite ganar algo de tiempo”.