El extensita Boris Becker (55 años, Leimen, Alemania, con seis Grand Slams en su palmarés, fue condenado el pasado mes de abril a dos años y medio de cárcel por alzamiento de bienes. Escondió activos por valor de casi tres millones de euros para evitar el pago de impuestos. El deportista estuvo retenido desde mayo de 2022 en una prisión de baja seguridad, cerca de la localidad de Henley-on-Thames, a la espera de su deportación, por ser un ciudadano bajo condena penal y sin nacionalidad británica, aunque residía en el Reino Unido desde 2012. Ocho meses más tarde fue liberado, aunque expulsado del Reino Unido durante varios años, según los términos de su liberación.
Al termino de su condena se dispuso a trasmitir en redes sociales su fin de año 2022. A través de su cuenta de Instagram, 18 días después de ser puesto en libertad tras su estancia de ocho meses en una cárcel británic: “En el último día del año, quiero dedicar unas palabras a todos mis seres queridos y a las personas que me han apoyado en el que llamo el año más difícil de mi vida”, comienza diciendo el deportista, “pero ya ha pasado y terminado. He salido vivo. Creo que he salido más fuerte. Creo que mi salud mental está mejor que nunca, pero sin el apoyo, la ayuda, el amor y el cariño de tanta gente, no lo hubiese logrado, de modo que gracias”.
La cárcel pudo ser una cura de humildad para Becker
Las declaraciones de Becker hacen ver que la prisión fue una cura para el, según el relato que hizo de su experiencia en su primera entrevista tras su liberación, concedida al periodista Steven Gätjen en el programa de televisión alemán SAT.1 el pasado mes de diciembre: “En la cárcel eres un don nadie. Eres solo un número. El mío era A2923EV. No me llamaba Boris, era un número. Y a nadie le importa una mierda quién eres”, relató en aquella entrevista. Sus 231 días privado de libertad le sirvieron para “reflexionar sobre su vida” y redescubrir su “lado humano”: “Creo que redescubrí a la persona que solía ser. Aprendí una lección dura. Una muy costosa. Muy dolorosa, pero aprendí. Algunas cosas suceden por una buena razón”.
Su salida de prisión no ha sido universalmente bien recibida, tampoco en su tierra natal, donde, en los últimos años, Becker pasó de ser una figura de referencia en el mundo deportivo a carne de tabloide tras protagonizar diversos escándalos. El primero de ellos tuvo lugar en el año 2001, cuando una prueba de ADN le obligó a reconocer una hija ilegítima, Anna, que tuvo con la modelo Angelika Ermakova tras un breve encuentro sexual con la madre de la niña durante el torneo de Wimbledon del año 1999. Aquel escándalo pasaría a la historia como “los cinco segundos más caros de Becket”: además de provocar su costoso divorcio de Barbara Feltus, con quien estaba casado desde 1993 y, juntos, se habían convertido en símbolo de la estabilidad matrimonial y la cara de una “nueva Alemania”, también sufrió un duro golpe a su reputación al reconocer que las relaciones íntimas con Ermakova sucedieron cuando su por entonces esposa estaba embarazada del segundo hijo de la pareja. El segundo escándalo tuvo lugar en 2002, cuando fue condenado por un tribunal de Múnich a dos años de libertad condicional por evadir impuestos al fisco alemán, en total 1,7 millones de euros entre 1991 y 1993.
Becker sigue despertando emociones en Alemania:
“Ha engañado a muchas personas y eso no está bien. Tiene que cumplir con su pena como todos los demás. No me gusta nada cuando te tratan con guantes de seda solo porque eres una persona famosa y conocida”, dijo de manera contundente en un pódcast Cathy Hummels (34 años), influencer y exesposa del defensa del Bayern de Múnich Mats Hummels, además de amiga íntima de la segunda exmujer de Becker, Lilly Becker. Según ha informado el diario británico The Times, el extenista ya ha presentado una denuncia por difamación contra la influencer, lo que ha llevado a otras celebridades en Alemania a dudar sobre las palabras y el relato de Becker en el que incide sobre el cambio producido tras su paso por prisión.
Poco se sabe de los futuros planes del recién liberado Boris Becker. Atrás quedó su vida en el barrio londinense de Battersea, una zona al sur del Támesis a la que ya no puede regresar. Tampoco parece que vaya a instalarse en Alemania. Algunos diarios mencionan que tendría pensado mudarse a Miami o a Dubái. De momento, recibe 2023 en la costa africana.
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