Madrid siempre ha ejercido un poderoso poder de atracción sobre la dirección federal del PSOE. Y más cuando el paso de los años no cambiaba una pésima situación, con los socialistas fuera de los gobiernos de la Comunidad y de la capital. Pocas instituciones confieren el estatus —y el poder— que da gobernar Madrid, que el PSOE perdió en 1995, o el Ayuntamiento, en 1989. Pedro Sánchez es el último presidente del Gobierno socialista que no se ha resistido a dejar su sello en la región. Y eso pasaba por arrebatar al PP al menos una de dos de las principales instituciones del país. Dos espinas que, siete años después de ser elegido por primera vez líder del PSOE, Sánchez lleva clavadas.
El desastre electoral del 4-M, el día que el PSOE tocó fondo en Madrid con 24 escaños y 610.000 votos —13 diputados y 275.000 papeletas menos que en 2019— ha reafirmado a Sánchez en sus planes para construir un proyecto ganador en la tercera comunidad más poblada y locomotora económica del país. El presidente afirmó en la ejecutiva federal del PSOE del jueves, según asistentes a la reunión, que no se iba a desentender del futuro del Partido Socialista de Madrid (PSM).
Sánchez trasladó además que todo lo que acontezca en la federación a la que pertenece entra dentro de sus responsabilidades como secretario general. Las fuentes consultadas lo interpretaron como una defensa de su implicación en la campaña de Ángel Gabilondo. Sánchez renovó la lista y La Moncloa asumió la estrategia. Las escasas críticas que hubo a la campaña y a la oposición sin pegada de Gabilondo a la gestión de Isabel Díaz Ayuso fueron severamente contestadas por Sánchez.
También hubo quien demandó en la ejecutiva que el proyecto futuro para Madrid salga de los propios militantes socialistas de la comunidad. Esto es, sin injerencias de Ferraz. Una solicitud que en el caso del PSM no queda nada clara al tratarse de la cuna tanto de Sánchez como de algunos de los principales dirigentes de La Moncloa.
La composición de la gestora que dirigirá al PSM hasta el congreso de otoño, tras la dimisión de José Manuel Franco como secretario general, ha enrarecido todavía más el ambiente. Los afines a Franco se muestran satisfechos mientras que los descontentos creen que es continuista, tiene poco peso orgánico y no representa la principal baza de la federación, su músculo municipal, al contar solo con la presencia del alcalde de Leganés, Santiago Llorente.
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