Entre el 4 y el 5 de abril, unas 60 personas se subieron a una patera en la costa de Mauritania. Llevaban los víveres justos para sobrevivir a cuatro o cinco días de travesía, pero aquel viaje acabó prolongándose casi tres semanas. El barco estuvo a la deriva hasta que lo localizó el Ejército del Aire el pasado 26 de abril, cuando apenas quedaban tres supervivientes y 24 cuerpos inertes. Los testimonios que la Policía ha recogido de los dos varones y la mujer que sobrevivieron revelan algunos detalles de lo que se vivió en aquel pequeño cayuco pintado de azul y blanco. Los agentes lo califican de “infierno”.
El viaje de Mauritania a Gran Canaria, si todo sale bien, puede ser de tres o cuatro días. Y ese era aparentemente el plan, pero la barcaza acabó fuera de la ruta que debía seguir. Con el rumbo perdido, el tercer día los víveres se terminaron y el cuarto ya no había más gasolina con la que alimentar los tres motores de la embarcación. Los cuatro patrones del cayuco, dos senegaleses, un guineano y un gambiano, según los relatos recogidos por los agentes de la Brigada Provincial de Extranjería de Tenerife, empezaron a deshacerse de los motores para aligerar peso.
La sed apretaba. Los supervivientes han contado que solo tenían 42 litros de agua potable para todos, poco más de medio litro por persona. Enfrentaban entonces dos semanas a la deriva sin nada que llevarse a la boca.
La gente empezó a beber agua del mar, cuentan fuentes policiales. Según pasaron los días, los ocupantes fueron muriendo de hambre y de sed y sus compañeros tiraron los cadáveres al agua. Pero llegó un momento en el que las fuerzas ni siquiera eran suficientes para deshacerse de los que se iban. Algunos enloquecieron al verse en medio de la nada y se lanzaron al mar. Por las diferentes informaciones que han trascendido sobre las personas que viajaban en este cayuco, se deduce que los cuerpos de al menos 30 personas se perdieron en el Atlántico.
En alta mar el día quema la piel y la noche congela los huesos: los que lograron mantenerse vivos tomaron la ropa de abrigo de los fallecidos para cubrirse.
Después de 20 días”: “Después de 20 días desesperados, cuando las corrientes arrastraron al cayuco, sin rumbo y a la deriva, a unas 270 millas náuticas (unos 500 kilómetros) al suroeste de El Hierro, se escuchó el ruido de un avión. Era una aeronave del Servicio Aéreo de Rescate (SAR) que avistó la embarcación de casualidad mientras realizaba maniobras. Los tres supervivientes apenas podían levantarse. “Es la misión más dura que he tenido”, afirmó uno de los pilotos del helicóptero del SAR que se ocupó del rescate. El hallazgo acabó convirtiéndose en el viaje más trágico de la ruta canaria de los que se tiene constancia.

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