Tras meses de infierno, al ser liberadas por la Guardia Civil, las dos mujeres nigerianas seguían completamente aterrorizadas. Si no volvían con la mafia de prostitución, una maldición vudú caería sobre ellas. No había forma de convencerlas de que lo peor había pasado. En el mundo de la trata de personas con fines de explotación sexual la tecnología convive con lo arcaico. Hay transferencias alrededor del globo en criptomonedas para blanquear dinero y rendijas en las habitaciones para que las “chicas” echen los billetes del “servicio” a una caja de caudales que controla la “mami”. Captación en redes sociales a través de perfiles falsos y bots, y familias que colaboran en la explotación de sus hijas o hermanas; móviles geolocalizados para tenerlas controladas y cerrojos en las puertas.
La pandemia ha acelerado la evolución tecnológica del delito, coinciden los expertos. Prácticamente desaparecidas de calles y polígonos, con muchos clubes cerrados, las mujeres son explotadas en pisos o a domicilio (donde es más difícil que autoridades y ONG lleguen a ellas). Contactadas a través de páginas web, controladas por WhatsApp; cada vez más invisibilizadas y al mismo tiempo más disponibles y rentables. Ocultas en una trama delictiva opaca, cuya envergadura solo puede ser aproximada: según la Organización Internacional del Trabajo (2017), se estima que 4,8 millones de personas son víctimas de la explotación sexual forzosa en el mundo, el 99% mujeres y niñas.
Todo empieza con un like. Al menos para la víctima. Los captadores han estado observándola antes. Su apariencia, su carácter, dónde vive, si tiene trabajo, hijos, problemas sentimentales… Todo está a plena vista en su perfil. “La captación es la esencia de la trata y la tecnología no solo la facilita, sino que amplía el espectro”, dice el teniente Félix Durán, jefe de la sección de Trata de seres humanos de la Guardia Civil (UCO). La clave de este delito es la vulnerabilidad de las víctimas, repiten las fuentes. Cuando captan en redes, los tratantes ya no solo buscan las vulnerabilidades clásicas, sino “también víctimas de las que se puede obtener información e imágenes sensibles, como desnudos, independientemente de su estatus socioeconómico”, explica un estudio de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
”Lover boy”
El engaño puede ser también sentimental. En un modus operandi habitual, el lover boy [amante] da ese primer like en un perfil vulnerable y arranca una campaña de halagos y promesas que acaba en una relación romántica. El “noviazgo” culmina en un viaje cuyo destino nada tiene que ver con el amor.
La Guardia Civil creó en 2017, previa autorización judicial, su primer “agente infiltrado virtual” para dejarse seducir por un lover boy rumano que tenían fichado gracias a una mujer liberada en una operación anterior en la colonia Marconi. “No sabíamos hacerlo, es una práctica más habitual en investigaciones contra el terrorismo internacional”, explican. Con la ayuda “fundamental” de una traductora, fabricaron un perfil falso, “que cumplía todas las reglas de Galati”, la ciudad de donde provienen muchas de las mujeres explotadas en España: “Una chica como las que a él le gustaban, alta, morena, de ojos claros, con las vulnerabilidades económicas y familiares que buscaba”. Consiguieron mantener un romance virtual con el captador, que invitó a la mujer inventada a un “tour por España”. La operación finalmente se truncó, pero la experiencia sirvió para abrir una nueva forma de operar.
Si estas sufriendo o quieres denunciar una situación de trata o explotación sexual puedes contactar con:
Apramp > Teléfono 24 horas, también por WhatsApp: 609589479
Diaconía > 670337153
Policía Nacional > 900 10 50 90 y trata@policia.es
Guardia Civil > 062 y trata@guardiacivil.es
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