El Museo Reina Sofía continúa la reordenación de su colección dándole la vuelta al mapa. El sur deja de ser periferia. El sur es futuro. Y no es un todo homogéneo. El segundo capítulo de lo que será el nuevo replanteamiento de la colección permanente llevado a cabo por Manuel Borja-Villel durante su periodo al frente de la institución —presentado hoy martes— se llama Los enemigos de la poesía. Resistencias en América Latina, y muestra cómo esta región nunca fue a la zaga de Europa y Estados Unidos, sino que se convirtió en un lugar de “una experimentación extraordinaria”, en el que “importaba más lo colectivo que el individuo” y donde se mezcló “la cultura popular con la vanguardia”, en palabras del director.
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En 10 salas, más de un centenar de obras, la mayoría nunca expuestas, recorren tendencias, artistas y coyunturas desde los años sesenta hasta los ochenta tratando de “descentralizar el discurso que ha leído a esta región como la periferia, como le pasó a España en algún momento, y mostrar la radicalidad de las prácticas artísticas que se dieron en ese periodo”.
Lola Hinojosa, responsable de la colección de artes performativas, y una de las autoras de la reordenación de estos espacios, que advierte de que el museo no trata de responder a “una moda por coleccionar arte latinoamericano con criterios enciclopédicos”.
Arte popular
El arte indígena aparece en estas salas como una reivindicación popular. Pero no en los términos que el arte pop estadounidense u otras manifestaciones similares lo hicieron. “Es una expresión contra el capitalismo, contra el desarrollismo impuesto desde arriba”, explica Lenzi. Lo popular y lo indígena frente al capitalismo pop. El arte latinoamericano que ahora muestra el museo se manifiesta en instalaciones. Obras efímeras, postales, vídeos, revistas, cuadernos y periódicos que litigan contra imposiciones artísticas, culturales, sociales y políticas.