De Tom Simpson todo se ha escrito. Su figura ha dado para varios libros, para decenas de documentales; para un monumento en el Mont Ventoux, ante el que se descubrió Eddy Merckx, que volaba en solitario hasta la cima. Pero Simpson fue también un precursor, el primer ciclista británico que se vistió el jersey amarillo de líder. Fue en 1962, le duró un día, y ningún otro ciclista de su país lo volvería a lucir hasta 32 años más tarde. Fue Chris Boardman, primer líder en 1994, durante tres días. Ese año también lo vistió Sean Yates una jornada, antes de que Miguel Indurain impusiera su jerarquía.
El Tom Simpson leyenda, no lo sería sin la mezcla de anfetaminas y alcohol en el Mont Ventoux, donde falleció el 13 de julio de 1967 a los 29 años, sin las maniobras de reanimación del doctor Dumas, arrodillado sobre su pecho en las laderas ardientes de la montaña descarnada. Pero tampoco sin su Mundial, ganado bajo la lluvia del circuito de Lasarte, ante Rudy Altig y la afición vasca; o sin el jersey amarillo que lució un día, pero que fue, por una vez, noticia destacada en el Times de Londres, cuando todavía faltaba un lustro para que su país adoptara el sistema métrico decimal para sus monedas.
Más información
Simpson se vistió de líder en Saint Gaudens, gracias a Federico Bahamontes, que ya había ganado el Tour tres años antes, pero saciada su ambición, fallecido Fausto Coppi, que había sido quien le había empujado a pelear por todo con los colores del equipo Tricofilina, que era una marca de fijador para el cabello, volvía a las andadas, a conformarse con ser el rey de la montaña. Ya no podía comerse un helado en ninguna cima, pero peleaba al menos porque nadie le destronase de la especialidad en la que seguía siendo el rey.