La figura del presidente de Francia y candidato a la reelección suscita admiraciones y odios, halagos y afrentas. Es el adolescente que enamoró y se enamoró de una profesora de 39 años, el banquero de Rothschild, el hombre que traicionó a Hollande, el pianista, el tecnócrata, amante de la poesía y el teatro, y seductor. Este es el retrato de Emmanuel Macron, de 44 años, en cuatro actos:
El hombre
El ciudadano Emmanuel Macron nació en Amiens el 21 de diciembre de 1977, hijo de Jean-Michel, médico y profesor de Neurología, y de Françoise, médica generalista. Fue el mayor de tres hermanos.
El hombre Emmanuel Macron y el personaje Emmanuel Macron nacieron 15 años después, hacia finales de 1992, cuando el escolar se enamoró de Brigitte Auzière, nacida Brigitte Trogneux, su profesora de francés y teatro. El amor fue correspondido. La profesora tenía 39 años, estaba casada con un conocido banquero local y una de sus hijas era compañera de clase de Emmanuel.
Resulta difícil exagerar el impacto de una relación tan poco convencional (y actualmente delictiva) en una ciudad provinciana y relativamente pequeña (130.000 habitantes) como Amiens. La familia de Brigitte poseía la pastelería más famosa de la localidad. Los padres de Emmanuel eran médicos. Todos se conocían. Los Macron trataron de acabar con el asunto enviando a su hijo a París. Fue inútil: Brigitte se separó y visitaba a Emmanuel los fines de semana. Para ella, Emmanuel era “un Mozart”, un chico que la deslumbraba con su inteligencia y su madurez. Para él, Brigitte significaba y significa todo.
Aún menor de edad, Emmanuel Macron rompió con su familia y con su ciudad natal. Brigitte y él se enfrentaron al mundo. Se trata de una unión indestructible. El hoy presidente de Francia no tiene grandes amigos ni confidentes: le basta con Brigitte. Sin Brigitte no se entiende a Macron.
Varias personas que conocen a Macron (hasta donde es posible conocer a alguien esencialmente hermético) coinciden en señalar que se trata de un hombre que vive su vida como un personaje novelesco, en busca de retos y aventuras cada vez más sensacionales. Es probable que ese ansia esté relacionada con el tabú quebrado en 1992.
“Creo que le habría gustado ser escritor o actor, y aplica el talento dramático tanto a la política como a su propia vida”, comenta Gaspard Gantzer, que fue su compañero de promoción en la Escuela Nacional de Administración y luego en el palacio del Elíseo: Macron era asesor del presidente François Hollande, Gantzer era el jefe de prensa.
Macron es un seductor capaz de fascinar a casi cualquiera. Duerme muy poco, disfruta de una memoria extraordinaria y su capacidad de trabajo es casi ilimitada. “Hablamos de un hombre muy, muy brillante”, dice Manuel Valls, primer ministro de Francia cuando Macron era ministro de Economía.
“Sabe ser frío cuando le conviene y mantiene la tranquilidad en todo momento, pero suele dar un enfoque positivo a las cosas y es capaz de resultar muy detallista y cariñoso”, dice Gantzer. Todas las personas consultadas coinciden en subrayar dos virtudes de Macron: el coraje físico, que más de una vez le ha hecho enfrentarse con multitudes hostiles (y salir bien del asunto gracias a su encanto), y la audacia. Fue un buen banquero de negocios en Rothschild. En ese trabajo aprendió a asumir riesgos y a lanzarse sobre cualquier oportunidad.
“Donde otros ven encanto y cordialidad, yo no he logrado ver otra cosa que superficialidad y narcisismo”, comenta un político conservador que prefiere no ser citado.
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