Hay quienes se sienten predestinados para liderar un partido, o hasta un país. Y luego están los que ni siquiera tuvieron que plantearse esos designios, porque lo vivieron desde la cuna. Marine Le Pen, que este domingo intentará por tercera vez conquistar la presidencia francesa, se crió en el Frente Nacional. Porque ser una Le Pen no es solamente pertenecer a una familia. Es ser carne de un partido indisociable de su familia y que, en las últimas décadas, ha obligado a Francia a mirarse en el espejo más extremo, el de las exacerbaciones nacionalistas e identitarias, el del odio al de fuera (al inmigrante, al musulmán) como el origen de todos los problemas, el de una nación fracturada y de clases irreconciliables.
El mayor mérito de Marine Le Pen es que el reflejo que da ese turbio espejo sea, una década después de asumir las riendas de un partido que provocaba un rechazo desde todos los sectores sociales y políticos del país, el de una mujer afable, sonriente, familiar (¡amante de los gatos!), cercana al “pueblo” y a sus preocupaciones (pese a que creció en una de la zonas más ricas de París y hasta su propio padre la llamaba la “pequeña burguesa”) y, para cada vez más franceses, “presidenciable”. Una extrema derecha, en fin, que ya no da miedo.
Pero, ¿Quién es Marine Le Pen? ¿Es esa dirigente curtida en la política más dura y extrema desde la cuna, la política que hace temblar a los migrantes con un programa que podría verlos expulsados del país o relegados a la cola de la sociedad? ¿O es esa trabajadora infatigable, esa mujer afable, madre de tres hijos que casi ha criado sola tras sus dos divorcios (con miembros del FN, hoy Reagrupamiento Nacional) y que ahora comparte casa con otra mujer, una amiga de la infancia, afirman ambas, y su media docena de gatos?
Steeve Briois es vicepresidente del Reagrupamiento Nacional y alcalde de Hénin Beaumont, la localidad en el norteño departamento de Pas-de-Calais que se ha convertido en el feudo de Le Pen y que ella representa como diputada en la Asamblea Nacional. “En Francia, durante años, Marine ha sido injustamente demonizada. Los franceses no conocen a la verdadera Marine Le Pen, no saben que es una mujer de corazón y que de verdad tiene empatía por los franceses, y no saben que es valiente, que tiene ambiciones por el país, no para ella. Tiene ganas de luchar por el país y sobre todo por los franceses”, asegura. David Rachline, alcalde de RN de la sureña Fréjus y en su momento el senador más joven de Francia, destaca la “dulzura y honestidad” de su jefa. Claro que Rachline, como Briois o el portavoz Sebastien Chenu (ambos gays), son figuras clave de esa nueva imagen del RN que busca proyectar Le Pen, un partido que ha querido rejuvenecerse y desembarazarse de etiquetas como la de homófobo o antisemita que lastraron su avance durante décadas.
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