Andrés Manuel López Obrador ha aparcado los circunloquios y ha entrado de lleno en la campaña de las elecciones de junio. El presidente mexicano ya reconoce abiertamente su intervención en la pugna electoral, desde hace décadas su hábitat político natural, aunque se escuda en su narrativa de lucha contra la corrupción para justificar su comportamiento. El episodio más reciente tiene que ver con dos candidatos al Gobierno de Nuevo León, Samuel García, de Movimiento Ciudadano, y Adrián de la Garza, aspirante de la alianza entre PRI y PRD. Algo parecido ha ocurrido con Francisco García Cabeza de Vaca, gobernador de Tamaulipas, del PAN. Todos ellos tienen una carpeta abierta en la Fiscalía General de la República (FGR). Pero a pesar de la gravedad de los cargos, también son adversarios del mandatario. Y las legítimas investigaciones de la justicia en contra de estos políticos se han convertido en un filón de la campaña desde las conferencias de prensa matutinas del presidente.
Las acusaciones de López Obrador tienen un común denominador: nunca perjudican a los candidatos de su partido, Morena. Este martes, al ser preguntado por sus señalamientos contra los candidatos de Nuevo León, investigados por compra de votos y financiación ilícita, no ha tenido reparos en admitirlo: “Pero ¿cómo no voy a tener que ver? Claro que sí, claro que sí, si aquí lo di a conocer, si es de dominio público, lo estoy diciendo, no podemos ser cómplices del fraude”, ha dicho en referencia a unas “tarjetas rosas” supuestamente repartidas por el PRI de De la Garza a cambio de votos. “Lo vi en las redes sociales y pensé que podía ser una noticia falsa, y luego ya se comprobó de que es real”, ha agregado.
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