El Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades fue entregado al escritor y periodista polaco Adam Michnik, director de la Gazeta Wyborcza e intelectual de referencia en la transición hacia la democracia del país centroeuropeo.
Antiguo líder disidente y siempre comprometido con la libertad, es uno de los más destacados defensores de los derechos humanos en Polonia. Fue uno de los fundadores del movimiento KOR (el comité para la defensa de los trabajadores) y miembro del sindicato Solidaridad de Lech Walesa desde su creación en 1980. Su militancia la pagó con varias estancias en la cárcel, antes de fundar, tras la caída de la dictadura comunista en 1989, el diario progresista de referencia en Polonia, del que sigue siendo redactor jefe.
Amante de España, donde conoció a los actores fundamentales de la Transición, se ha mostrado siempre a favor de la reconciliación nacional y el diálogo en los procesos hacia la democracia.
La llegada de la democracia a Polonia, en 1989, no neutralizó el compromiso de Michnik, que siempre ha sido muy crítico con las derivas autoritarias que golpean a Europa del Este, así como con la creciente influencia que la Rusia de Vladímir Putin ejerce sobre el territorio. Conocedor de la política rusa, ha seguido de cerca y comentado la invasión de Ucrania de este año, mostrándose muy crítico con las decisiones de Putin. “Las políticas históricas de Putin [en Rusia], Kaczyński [en Polonia] y Orbán [en Hungría] funcionaron, en el sentido que le hicieron creer a la gente que la historia era diferente de lo que era. Esto significa decir que el pasado estuvo lleno de nobleza, que, por ejemplo, Rusia nunca le hizo nada malo a nadie y que siempre fue una víctima. Cuando entraba en algún lugar, nunca era un acto de agresión sino de liberación, estaba ayudando a los perseguidos”, desarrollaba el mes pasado en una entrevista a The New Yorker.
Durante la última década ha sido opositor de Ley y Justicia, partido populista y derechista que actualmente ostenta el Gobierno polaco. Articulista de Columna Digital, en una tribuna de febrero del año pasado denunciaba los reflejos autoritarios en Polonia, donde el Gobierno, aseguraba, intentaba estrangular a la prensa “con las tácticas de Putin y Orbán”. “30 años después de la caída del muro de Berlín, la abolición de la censura y el colapso de la URSS, la sociedad civil polaca vuelve a defender la democracia que tanto le costó conseguir frente a un Estado decidido a quitársela”, advertía. Sin embargo, reconoció en la reciente entrevista a The New Yorker que, en el caso de Ucrania, había adoptado “un enfoque razonable y decente”. El Ejecutivo polaco, que siempre se ha opuesto duramente a la inmigración de Oriente Próximo y África, unió fuerzas con otros Estados europeos en oposición a la invasión rusa de Ucrania, y en los últimos meses ha acogido a más de dos millones de ucranianos, según datos de la ONU.
En 2016, año en que recibió el premio Ortega y Gasset de periodismo por su trayectoria profesional, Michnik reflexionaba: “No se puede comparar lo que sucede ahora con la dictadura comunista, pero Putin tampoco es Stalin. Es un fenómeno nuevo que todavía no tiene nombre. De la misma forma que, cuando surgió el fascismo, tampoco tenía nombre”. Tanto por su carrera periodística como por su defensa de los derechos humanos, ha sido galardonado con numerosos premios y distinciones, como la Legión de Honor en Francia, el Premio de Periodismo Francisco Cerecedo o el Robert F. Kennedy de los Derechos Humanos.
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