River Plate consumó la heroicidad en la Libertadores. Con 20 futbolistas enfermos de covid (entre ellos los cuatro porteros), con un centrocampista lesionado bajo los palos y sin suplentes en el banquillo, ganó 2-1 a Independiente de Santa Fe e hizo historia en una noche que podía haber sido catastrófica. Los colombianos de Santa Fe pusieron mucho de su parte: quizá por la obligación de ganar ante un equipo que jugaba casi de rodillas, no dieron pie con bola y perdieron de forma merecida.
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River tuvo que pechar con un error de hace meses. En su momento se negó a inscribir a los juveniles en la Copa Libertadores y un contagio masivo de coronavirus dejó la semana pasada en cuadro a su plantilla profesional. La Conmebol, organizadora de la gran competición continental, se negó a inscribir a última hora un guardameta juvenil porque según el reglamento eso solo era posible en caso de lesión grave de los demás porteros, y, curiosamente, la covid, una enfermedad que puede matar, no es considerada una lesión grave por la organización futbolística sudamericana.
Al equipo bonaerense, cuatro veces campeón de la Libertadores, le quedaba lo que le quedaba. Diez jugadores de campo, muchos de ellos suplentes durante la temporada. Nada más. El técnico Marcelo Gallardo se vio obligado a colocar en la portería a un centrocampista con una lesión de isquiotibiales, Enzo Pérez, y ordenar una defensa numantina. Gallardo, un estratega muy fino, tuvo la idea de lanzar un ataque en tromba en los primeros minutos con el que logró excelentes resultados. Marcaron Angileri en el minuto cuatro y Álvarez en el minuto seis, lo que proporcionó a los millonarios una ventaja relativamente cómoda tras la que guarecerse.

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