Los nuevos locos años veinte serán la consecuencia de los problemas de salud mental de los adolescentes que han desarrollado durante la pandemia. El aumento de consultas por ansiedad, depresión y autolesiones preocupa a los pediatras españoles que hacen un llamado para alertar sobre la salud emocional de los menores. La pandemia de la covid-19 ha generado una gran cantidad de consecuencias sobre la salud de la sociedad. No obstante, las primeras etapas son especialmente vulnerables, debido a los múltiples cambios que tienen los niños en cortos periodos de tiempo.
En la inauguración del congreso Azucena Díez, presidenta de la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la AEP (SPI-AEP), ha asegurado que “en los servicios de pediatría de atención primaria y en las derivaciones a salud mental se ha observado un repunte de las consultas por ansiedad, síntomas de tipo obsesivo-compulsivo, depresión, autolesiones y somatizaciones”. Además, añade, “los trastornos de la conducta alimentaria que se están valorando son más graves y requieren más ingresos que antes de la pandemia”.
Las repercusiones de la pandemia en la salud mental de niños y adolescentes es uno de los temas más importantes que se abordaron durante el II Congreso Digital de la AEP que reunió a cerca de 3.500 pediatras. Durante la semana del congreso se debatió sobre las consecuencias para la población infanto-juvenil de la covid-19 y de las medidas adoptadas para su control. “Los niños y adolescentes representan solo el 1% de los casos de infección por el covid, pero las secuelas de la pandemia también se han dejado sentir en ellos en forma de dificultad en el aprendizaje y problemas de salud mental, asociados al confinamiento, al aislamiento social y al deterioro de las condiciones de vida en muchos hogares españoles”, afirmó María José Mellado, presidenta de la AEP.
Muchos de estos síntomas son consecuencias, según explican los doctores, de la incertidumbre, el exceso de noticias, el distanciamiento social y familiar, la ausencia de rutinas, el abuso de pantallas, los ritmos irregulares de sueño y un patrón de alimentación menos saludable. “A esto hay que añadir las dificultades económicas y de conciliación del trabajo con el cuidado familiar, y las posibles situaciones de enfermedad propia, de familiares cercanos o incluso el duelo por fallecimiento de seres queridos que están viviendo muchas familias como consecuencia de la covid-19”, explica Díez.