En las últimas semanas, se tiene entendido que existe la confluencia de tres epidemias (covid-19, gripe y virus respiratorio sincitial o VRS). Hay quien lo ha denominado como “tripledemia”, y de nuevo volvemos a vivir la sensación de angustia, debido a que en algunos países se ha saturado las unidades pediátricas de los hospitales.
¿Qué es el VRS y cómo afecta a la población infantil?
Este virus causa infecciones en los pulmones y en el aparato respiratorio. Los síntomas del VRS generalmente son leves y se parecen al resfriado común. Sin embargo, en los casos graves, puede extenderse al tracto respiratorio inferior y causar neumonía o bronquiolitis, que es la inflamación de las pequeñas vías respiratorias que ingresan a los pulmones.
El VRS es un problema de salud infantil a nivel global: es la principal causa de enfermedad respiratoria aguda grave en el mundo. Más del 97% de la mortalidad infantil por VRS se concentra en los países de ingreso medio y bajo (PIMB), sobre todo fuera del ámbito hospitalario.
Desde 2016, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha liderado el proceso para apoyar la formulación de políticas globales contra el VRS, aumentar el conocimiento sobre este virus respiratorio y apoyar a los PIMB en sus decisiones sobre la futura introducción de intervenciones preventivas.
Entre los investigadores, tras décadas de estancamiento, hay motivos para el optimismo: existen actualmente más de 20 candidatas a vacunas contra el VRS en desarrollo clínico con datos alentadores. De las muchas opciones que se están desarrollando actualmente para proteger a los bebés de la infección grave por el VRS, los nuevos anticuerpos monoclonales de acción prolongada y las inmunizaciones maternas son los productos mejor posicionados para su próxima autorización.
Las vacunas maternas se administrarán a las madres, en una estrategia basada en la transferencia natural de anticuerpos de las mujeres embarazadas a los fetos, como ocurre con otras vacunas administradas a las gestantes (tétanos, tos ferina, gripe o el SARS-CoV-2).
La introducción de las vacunas maternas y de los anticuerpos monoclonales puede a corto plazo contribuir significativamente a la mejora de la supervivencia infantil en las regiones en desarrollo, especialmente en el primer año de vida, cuando se produce el 75% de la mortalidad infantil. En esa franja de edad es donde menos avances se han logrado. Una estrategia exitosa pasa, en cualquier caso, por una mayor concienciación y un conocimiento sobre el VRS y los productos de prevención entre quienes toman decisiones y las autoridades sanitarias encargadas de formular políticas para poder decidir sobre la introducción de estas herramientas. Se trata de una cuestión que debería ser prioritaria en la agenda global de la salud infantil en los próximos años.
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