Por Alberto Ramírez Rivera
En mi oficio de periodista activo desde hace 40 años, a cargo de diferentes sectores, sobre todo el político, he tenido la oportunidad en seguir de cerca la labor de muchos servidores públicos de diversos partidos políticos.
Muchas veces, en entrevista con esos funcionarios, algunos de primer nivel, como presidentes, gobernadores y legisladores, cuyos nombres han llenado las principales páginas de la prensa, me he sorprendido de su escasa experiencia y conocimiento, una vez que responden sobre diversos rubros o aspectos del saber humano.
De entrada, se les nota que están hechos en universidades, oficinas, bibliotecas, pero carecen del contacto con el mundo externo.
No caminan por barrios, pueblos, ranchos, colonias, unidades habitacionales, tianguis, mercados públicos y, para colmo, jamás platican con personas de diferentes estratos sociales, quienes tienen mucho que decir sobre sus oficios y formas de vida.
Por ello, desconocen la problemática que atañe a la sociedad en su conjunto y, más aún, porque no viajan en transporte público (Metro, autobús, taxi, combi), sitios donde se encuentra al verdadero pueblo trabajador que sufre a diario el embate de las crisis, producto de gobiernos inútiles y corruptos.
Como se dice en el argot periodístico: “no se ensucian los zapatos”.
Esas personas que ocupan un cargo de representación, tanto gobernantes como congresistas de fama nacional, carecen de los elementos básicos, necesarios, para explicar el porqué de un suceso político, una crisis financiera, un conflicto laboral o cualquier hecho relacionado con el país.
Contestan con base en un interés político partidista que les impone el gobierno que representan. Sus respuestas son mediocres, ajenas al conocimiento que corresponde a un tema respectivo dominado por estudiosos, científicos, analistas e investigadores.
Se asumen ilusos, imberbes, cándidos, inermes ante un acontecimiento que los periodistas (me refiero a los verdaderos que investigaban, no a los que se alimentan de las redes sociales) comprenden demasiado bien, ya que están forjados en la calle.
Hablo de los comunicadores que, además, conocen con profundidad y amplitud lo que sucede al interior del Gobierno, Congreso, organismos públicos, partidos políticos y sindicatos.
Son los que saben cómo y qué se vive adentro de hospitales, cárceles, instituciones de enseñanza y comunidades donde la marginación, explotación y pobreza son las constantes.
Ello, porque su oficio de periodistas les obliga a indagar el porqué de los fenómenos de todo tipo, así como a prever lo que pueda ocurrir en el marco social de todo el territorio mexicano.
En fin, me refiero a los reporteros de a pie (que casi ya no los hay) que diariamente con su trabajo hacen reflexionar al lector para que logre discernir el mensaje y piense con criterio y libertad.