El juicio por corrupción de menores y tráfico sexual que se sigue desde el 29 de noviembre en el tribunal del distrito sur de Manhattan contra Ghislaine Maxwell, mano derecha del pederasta Jeffrey Epstein es turno de su defensa, este jueves ha llamado a declarar a 35 testigos para intentar desmontar las acusaciones de cuatro supuestas víctimas de abusos cuyas declaraciones monopolizaron las dos primeras semanas del proceso.
La heredera del empresario de la comunicación británico Robert Maxwell no subirá al estrado porque se siente “demasiado frágil”, anunció este jueves un portavoz de su familia en el Reino Unido. Maxwell, que posee las nacionalidades estadounidense, británica y francesa, se enfrenta a una posible pena de 80 años de cárcel por los seis delitos que se le imputan.
Los hechos de los que se acusa a Maxwell ante la justicia tras el suicidio en prisión preventiva de Epstein en 2019 corresponden al periodo comprendido entre 1994 y 2002, cuando la heredera supuestamente reclutó, amaestró a un número indeterminado de menores a sevicias sexuales, la mayoría de ellas en situación de vulnerabilidad económica o psicológica y a las que la pareja engatusó con dinero o prometiéndoles ayuda en los estudios o sus sueños artísticos.
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La declaración de las cuatro víctimas, Kate, Jane, Carolyn y Annie Farmer -la única que se identificó con nombre y apellido-, corrobora el patrón de actuación de Maxwell, de 59 años, una mujer cercana y amigable que se ganaba la confianza de las víctimas, algunas de ellas de 14 años, con charlas de tipo sexual, confidencias y regalos, como entradas para el cine o lencería.
Maxwell, expareja sentimental de Epstein y gobernanta de sus mansiones, las empujaba a dar masajes eróticos al financiero, prólogo de los abusos. Se ha declarado “no culpable” -en el sistema procesal de EE UU no existe la categoría “inocente”- de todos los cargos, se muestra especialmente activa y colaboradora con su equipo de abogados durante las sesiones del juicio, intercambiando impresiones y mensajes escritos, una imagen que no casa bien con la supuesta fragilidad que arguye su familia.
Sus abogados también han considerado la inoportunidad de que declare, porque ello supondría que el testimonio pueda ser usado en su contra por la fiscalía, lo que vulneraría su derecho constitucional a no incriminarse.
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La principal baza de la defensa es una psicóloga especialista en “recuerdos truncados”, Elizabeth Loftus, cuya selección ha suscitado las críticas de la acusación por la supuesta imprecisión de sus métodos. Loftus, experta en casos mediáticos como, por ejemplo, el del productor Harvey Weinstein -que resultó condenado-, intentará demostrar que el periodo transcurrido desde los hechos puede haber distorsionado los recuerdos de las jóvenes, hoy mujeres que frisan los 40.
La defensa también ha descalificado a las cuatro testigos presentándolas como “actrices consumadas”, influenciadas por la repercusión mediática del caso y ávidas de los millones de dólares del fondo de compensación para víctimas establecido tras la detención de Epstein en 2019.
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