En el siglo XIX, México tuvo una soprano cuyo talento musical asombró al mundo: Ángela Peralta. Conocida como el “ruisenor mexicano”, su fama se extendió por Europa y América, dejando un legado imborrable en la historia de la ópera.
Nacida en la ciudad de México en 1845, Ángela Peralta comenzó su carrera musical a los ocho años de edad. Inició sus estudios de canto con el maestro italiano Eugenio Terziani, quien rápidamente reconoció su prodigiosa voz. Poco después, debutó en el Teatro de Ocampo en la ciudad de México con la ópera “Lucía di Lammermoor”, logrando un gran éxito.
Con su carrera en ascenso, Ángela Peralta se presentó en los principales teatros de México, así como en Estados Unidos y Europa. En 1862, triunfó en España, país que le brindó una cálida acogida y donde se consagró como una de las grandes divas de la ópera.
A pesar de su corta vida, Ángela Peralta dejó un legado imborrable en la ópera mexicana y mundial. Su inigualable talento musical, así como su dedicación y pasión por la música, la convirtieron en un ícono cultural de su tiempo.
Hoy en día, su legado sigue vivo gracias a la labor de diversas instituciones que promueven la difusión de la ópera en México y la memoria de la soprano mexicana que conquistó el mundo con su voz.
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