Isabel Domínguez
En México, cuando una mujer nace, automáticamente se le imparte un rol social, ya sabes que por ser niña te corresponde lavar, planchar, hacer la comida y tener la casa limpia. Mientras que a los niños se les dice que les compete buscar un empleo y mantener la economía del hogar. Y aquí, quienes siempre hemos perdido somos nosotras. Cuando se acepta este rol, estamos obligadas a renunciar a nuestro crecimiento personal y profesional, porque mientras los hombres aprenden, acumulan experiencia y crecen profesionalmente, nosotras tenemos que conformarnos con los quehaceres del hogar, impidiendo nuestra autonomía y autorrealización en condiciones de igualdad con los hombres.
En la actualidad, a pesar de que hemos logrado nuestra inclusión en distintos ámbitos de la vida, como son las profesiones, desafortunadamente la política no es una de ellas. Y es que, como ciudadanas y ciudadanos, no estamos acostumbrados a que una mujer lidere nuestro municipio, estado ni mucho menos nuestro país.
Y un buen ejemplo es lo que se vivió en el proceso democrático de este año, en donde seis entidades del país eligieron a su siguiente gobernador y otros cargos de elección popular, poniendo de relieve a Aguascalientes, que llamó la atención por ser un caso peculiar, y es que por primera vez en la historia democrática del estado y del país, compitieron solamente cinco mujeres para su gubernatura.
Durante la historia de México, hasta el año 2018, solo 9 mujeres habían sido gobernadoras. Tres años más tarde, en las elecciones de 2021 y luego de que el Instituto Nacional Electoral (INE) presionara a los partidos a postular el mismo número de candidatas y candidatos, se dio paso a los actuales gobiernos de Campeche, Colima, Tlaxcala, Guerrero, Chihuahua y Baja California.
Por último, tras los resultados de las últimas elecciones, se suman dos mujeres: Mara Lezama en Quintana Roo y María Teresa Jiménez en Aguascalientes. Aun así, ninguna mujer se ha encargado de la presidencia de México, a diferencia de otros países de Latinoamérica.
Y es que, no solo en México, sino en todo el mundo, las democracias adolecen de una escasa presencia de mujeres en la toma de decisiones y políticas públicas, así como en los poderes y órganos del Estado.
Como un claro ejemplo de la historia, tenemos la obstaculización de nuestro derecho a votar y ser votadas durante décadas con argumentos machistas y discriminatorios, como en los que se decía que no contábamos con las facultades o que carecíamos de la preparación cívica para votar y sobre todo ejercer cargos de elección popular.
Gracias a la larga batalla que hemos protagonizado para que se reconozcan nuestros derechos políticos, muchas de esas expresiones se han eludido (aunque esto no quiere decir que se hayan erradicado en su totalidad) permitiéndonos tener importantes logros académicos, además de demostrar que tenemos las capacidades para hacernos cargo de los retos y desafíos que enfrenta México.
No obstante, aún hay un largo camino que recorrer. Durante el proceso electoral de este año vimos a cinco candidatas para la gubernatura de Aguascalientes, y ahora hay nueve mujeres gobernando simultáneamente nueve estados del país. Entonces, muchas personas dirán que ya existe participación paritaria, pero eso no lo es todo, se trata de que nuestra intervención en el ámbito político comience a ser normalizada, que sea real y efectiva, es decir, no solo implica que las mujeres seamos el 50% de quienes toman las decisiones, sino que lo hagamos sin ningún tipo de discriminación, ni violencia.
Gracias por leer Columna Digital, puedes seguirnos en Facebook, Twitter, Instagram o visitar nuestra pagina oficial.