La primera semana de funcionamiento de la convención chilena, que tendrá como máximo un año para redactar una nueva Constitución, ha estado marcada por una instalación difícil. Los 155 convencionales asumieron sus cargos el pasado domingo, en una ceremonia que fue suspendida por algunas horas por conflictos en las calles, y tuvieron 48 horas de retraso en el inicio de su trabajo por la falta de apoyo técnico en el edificio del centro de Santiago donde deben sesionar.
El Gobierno de Sebastián Piñera, encargado por ley de “prestar el apoyo técnico, administrativo y financiero que sea necesario para la instalación y funcionamiento de la convención”, reemplazó al secretario ejecutivo Francisco Encina que tuvo meses para tener todo a punto para el arranque del órgano. Los constituyentes recién se pudieron reunir el miércoles, en salas diferentes para respetar los aforos máximos por la crisis sanitaria de la covid-19.
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La convención chilena está dominada por la oposición de izquierda, lo que ha quedado en evidencia en sus primeras horas de funcionamiento. En una candidatura impulsada por los convencionales mapuche, los socialistas y el Frente Amplio, la convención eligió presidenta a la académica Elisa Loncón.
Con el apoyo en segunda vuelta del Partido Comunista y la Lista del Pueblo la lingüista mapuche alcanzó cómodamente 95 votos. La vicepresidencia quedó en manos del abogado constitucionalista Jaime Bassa, del Frente Amplio, una fuerza política similar a Podemos en España que logró instalar a sus dos cartas en la mesa del órgano constituyente. Aunque hizo alianza con el Partido Comunista para postular a la convención y sus candidatos a La Moneda se medirán en primarias en una semana, ambas fuerzas de izquierda han mostrado diferencias en las primeras horas de la convención, como en las candidaturas para la presidencia. El Frente Amplio, en cualquier caso, con 21 escaños triplica en número de convencionales a los comunistas, que tiene siete representantes.