Su apodo, “el Breve”, puede que sea, de entre todos lo que han tenido los monarcas españoles, el más justo con la realidad, pues su reinado, que solo duró 229 días, es el más corto de la historia de España. Pero lo efímero de su gobierno no es lo único que distingue a este monarca.
Los hechos fueron los siguientes. El joven príncipe se vio en la tesitura de tener que empezar a reinar de una forma un tanto abrupta a una corta edad. La causa fue la inestabilidad mental que atormentaba a su padre y que le llevó a abdicar en su primogénito cuando este apenas tenía 16 años. El apresurado traspaso de poderes y nombramiento real tuvo lugar el 10 de enero de 1724 y el 31 de agosto de ese mismo año, ocho meses después de ser coronado, Luis fallecía víctima de la viruela sin haber tenido descendencia con su mujer, la princesa francesa Luisa Isabel de Orleans. La pareja se había casado un año antes de ser nombrado rey –él tenía entonces 15 años y ella 12– y el poco tiempo que estuvieron juntos lo pasaron lidiando con el trastorno límite de la personalidad que padecía Luisa Isabel, que no solo tenía atónito y horrorizado a su esposo; el personal de la corte, Felipe V y su mujer Isabel de Farnesio tampoco daban crédito. La joven apenas se aseaba, se negaba a comer y casi no dormía, pero es que además se desnudaba en público a la menor ocasión con la única intención de provocar.
La desidia, si no rechazo, que despertaba la francesa en el hijo de Felipe V tiene lógica si se tiene en cuenta que Luis ya había pasado su infancia y adolescencia lidiando con la locura de su padre. Y su matrimonio con Luisa Isabel, lejos de salvarle de los delirios con los que había tenido que crecer, duplicó la demencia que parecía dominar la vida del joven príncipe. A los 16 años, mientras trataba de comprender a su esposa con el objetivo de dar sentido a su matrimonio, Luis tuvo que hacer frente a la decisión de su padre, que decidió poner más piedras en su atropellado camino encasquetándole la corona española sin previo aviso. Una responsabilidad para la que no estaba preparado y que, obviamente, no hizo más que avivar la inestabilidad de la frágil pareja.
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