Durante décadas, Hollywood y los escritores de novela negra dibujaron un prototipo de detective privado que, con mayor o menor exactitud, respondía a un mismo patrón: un hombre, blanco para más señas —con permiso de Chester Himes—, de carácter arisco, fumador y bebedor, rozando la dipsomanía.
Todas estas diferencias entre el tópico detectivesco y la realidad las explican mejor que nadie Francisco Marco y Alicia Lerma. Destacados profesionales de la investigación privada en España. En el caso de Marco, su primer contacto con la profesión le llegó en la adolescencia a través de su madre. Fundadora de Método 3, empresa de investigación que él acabó dirigiendo y que le trajo tantas satisfacciones como quebraderos de cabeza.
Entre los éxitos están dar con el paradero de Francisco Paesa, localizar el dinero de Juan Antonio Roca, implicado en la Operación Malaya, y colaborar en causas judiciales como la del Fórum Filatélico o la de expresidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González.
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Independientemente de las cuestiones de género. Los detectives privados deben ser, en opinión de Lerma, “rápidos y resolutivos, tenaces, constantes, intuitivos y tener mucha paciencia porque, si bien es una profesión apasionante, en ocasiones resulta frustrante por no poder tener algunos datos que te ayuden a seguir con el caso”. Estas cualidades son completadas por Francisco Marco, que compara al detective con “un híbrido entre periodista y abogado porque se necesita tener cultura, capacidad mimética e inteligencia en el ámbito lingüístico”.
De hecho, cuando la formación o las capacidades de uno no son suficientes, no dudan en recurrir a profesionales externos. “En mi vida profesional he usado a periodistas, a lingüistas, a expertos en arte, a informáticos, a agrónomos y muchas otras profesiones. La grandeza del detective es que tiene que aprender todos los días porque cualquier investigación te obliga a saber sobre cualquier disciplina y, por eso, debes buscar a un especialista que te ayude”.
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A la hora de desarrollar su labor, el detective trabaja indistintamente en el despacho y en la calle, lo que supone que su aspecto debe adaptarse al medio en el que está trabajando. “Si está en la calle, su vestimenta debe ser adecuada al barrio donde tiene que hacer una espera y, a lo mejor, pasar muchas horas frente a una puerta sin que le perciban como a un extraño.
Si tiene que entrar a un restaurante tras un investigado, tiene que ir acorde al local. Por eso los detectives llevan mudas en los coches”, explica Francisco Marco, aunque, como recuerda Alicia Lerma, en algunas ocasiones ni siquiera esas previsiones funcionan. “En un caso, una compañera y yo tuvimos que entrar en una tienda y comprarnos unos bañadores para poder acceder a la piscina donde había entrado el investigado y ver con quién se reunía”.
Micrófonos en la ropa y GPS en el reloj
Igual que la figura del detective privado se ha romantizado gracias a los productos culturales, la de los clientes no ha sido menos. Mientras que las novelas y películas de cine negro presentan a aquellos que contratan los servicios de un detective como personas aparentemente respetables que en realidad tienen intereses ocultos o encargos que no siempre se ajustan a la ética y la legalidad, la realidad es mucho más prosaica.
Tal vez por ese desconocimiento a Francisco Marco le han llegado “personas confundidas que quieren que hagamos cuestiones que únicamente puede investigar la policía. A diferencia de otros países, como Estados Unidos, en los que algunos detectives centran su actividad en la investigación de delitos. Los detectives en España no podemos investigar, por ejemplo, un homicidio. También hay personas que buscan en nosotros un último recurso a su problema y quieren transferir su falta de limites personales a nosotros como detectives”. Algo que también le ha sucedido a Alicia Lerma: “¡Uf! Sí que nos han pedido cosas que solo salen en las películas. Cosas que o bien son imposibles de realizar o directamente ilegales. Por ejemplo, y eso nos lo solicitan mucho, acceder a móviles de las parejas. Nos han llegado a pedir que pongamos micrófonos ocultos en la ropa de la persona a indagar o que pongamos un GPS en su reloj”.
Integridad física y moral
Otra de las leyendas que rodean a los detectives privados es que la suya es una profesión de riesgo sujeta a amenazas, represalias e incluso sobornos por parte de los afectados por las investigaciones.
“En 30 años de profesión me habrá pasado unas cinco veces. La última hace poco. Un abogado quería que cambiase una investigación que había hecho hacía algunos años. Me ofrecía mucho dinero, pero mi respuesta es siempre la misma: nuestros clientes son lo primero. El valor de un detective se demuestra el día que debe acogerse a su secreto profesional frente a un fiscal, un policía o un juez. Si un detective traiciona a un cliente, dejará de trabajar”, explica Francisco Marco.