Hoy en día muchos especialistas afirman que el planeta está atravesando su sexta extinción masiva, una que más bien ha sido ocasionada por el hombre. “Las extinciones masivas son periodos en los que las especies del planeta se ven afectadas porque ya no están las condiciones necesarias para desarrollarse. Entre los cambios que más les afectan están los aumentos de temperatura o los cambios en el ciclo de la lluvia”, explicó Ana Susana Estrada, experta en el modelado de nicho ecológico, bióloga y docente de la Facultad de Ciencias de la UNAM.
El primer suceso catalogado como extinción masiva fue la Ordovícica Silúrica, la cual tuvo lugar hace aproximadamente 443 millones de años. En ese entonces, la mayoría de las especies del planeta convivían en armonía y cada una cumplía con sus propias funciones dentro de su ecosistema.
Sin embargo, una repentina glaciación de gran magnitud cubrió por completo el continente que entonces se llamaba Gondwana, ubicado en el polo sur. Ante ello, los niveles del mar descendieron y provocaron un desbalance en el funcionamiento de los ecosistemas y la interacción de especies dentro de los mismos.
Pero no terminó ahí. Tras la glaciación llegó un calentamiento global que reguló de nuevo el nivel del mar, aunque esto dejó en los océanos grandes cantidades de metales tóxicos.
Aunque en la actualidad no se sabe a ciencia cierta qué fue lo que provocó la glaciación repentina y el aumento de la temperatura, a lo largo de los años la ciencia ha propuesto algunas posibles teorías que podrían explicarlo.
Una de ellas afirma que los fenómenos fueron el resultado de la aparición de la cordillera de Los Apalaches en Estados Unidos, de las que su superficie absorbió el CO2 de la atmósfera, desatando dicho desbalance natural.
“El peligro de las extinciones masivas radica en que todos los seres vivos somos parte de una cadena en la que todos coexistimos y necesitamos unos de los otros. Por ello, si una de las extinciones masivas llega a terminar con una especie, es muy probable que las demás partes del engranaje también se vean afectadas”, dijo a este medio Samantha Mendoza, bióloga de la UNAM.
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