Dos años para reconectar con millones de españoles. Dos años para cambiar de bases, para corregir errores y desterrar certezas injustificadas. Madrid puede ser un síntoma del comportamiento electoral del resto de España, a pesar de las diferencias territoriales, la variedad de circunstancias y los sentimientos de identidad regional o nacional. Los resultados del 4-M han abierto un canal de expectativas para la derecha y la izquierda del PSOE, en tanto que ha puesto en estado de alarma a los socialistas. Pedro Sánchez va a mover el árbol del partido y el institucional para que el desapego madrileño a sus colores no prenda en el resto de España.
No había la menor posibilidad de que el bloque de izquierdas pudiera superar, ni por aproximación, al de la derecha. El botín deseado de Ciudadanos —Inés Arrimadas no tira la toalla— jamás estuvo al alcance del PSOE. En eso, quizá Madrid es diferente del resto de España. O no. Los cinco días transcurridos desde el 4-M han sido suficientes para arrumbar los autoengaños de los socialistas a fin de justificar ante sí mismos la gran derrota. El manido recurso de que el resultado “no es extrapolable” a lo que pueda ocurrir en las municipales y autonómicas de 2023, así como en las generales, se mantendrá en el discurso público, pero no en las reuniones del presidente del Gobierno con su equipo, ni en las terminales de todas las federaciones socialistas.
Sí hay especificidades de la campaña electoral que han podido ayudar al éxito rotundo de Isabel Díaz Ayuso, que, además de mantener el Gobierno de Madrid, asumirá el liderazgo del PP en la comunidad por aclamación. Los errores del PSOE se ven ahora con nitidez, pero ya durante la campaña se apreciaron vaivenes y actuaciones incomprensibles. La liebre falsa que puso en circulación el PP cumplió su objetivo: “Comunismo o libertad”. La réplica fue “fascismo o democracia”. La izquierda, el PSOE y Unidas Podemos, entró a la réplica impelida, además, por la recepción de cartas con amenazas de muerte. No así Ayuso, que, al recibir una misiva similar, le restó importancia. Sí, condena absoluta del fascismo, alzó la voz Mónica García, de Más Madrid, pero sin salirse de su ruta: la pandemia, los agujeros negros de la Comunidad, la gestión de los dos últimos años del PP, y la acumulación de déficits y recortes de los 26 años anteriores.
Grandes palabras, defensa de la democracia, principios y valores en peligro, y, por tanto, necesidad imperiosa de parar a la derecha. En el PSOE, y más en La Moncloa, no se duda de que esos reclamos eran necesarios, pero no repararon —o sus datos eran del todo erróneos— en que un porcentaje altísimo de ciudadanos tenía el voto decidido mucho antes de que se convocaran elecciones, desde el fin de la primera ola. “Muchísimos votantes no veían la menor necesidad de salvar la democracia, sino de salvar su negocio y su puesto de trabajo”, reflexiona un dirigente del PSOE.
En La Moncloa se reelabora la estrategia por instrucción del presidente. Sánchez tiene mucha tarea por delante y objetivos definidos para España. Pero, al mismo tiempo, impulsará la renovación territorial para preparar las elecciones locales y autonómicas, que tendrán su primera parada en el otoño con la celebración de todos los congresos regionales y provinciales, tras el federal. Es fundamental para la dirección que en el cuadro final una buena parte de los elegidos sean afines al secretario general. La paz interna es imprescindible para abordar esas elecciones y, después, las generales.
Las batallas que se quieren dar para apartar a candidatos van a afrontarse con determinación. La de Andalucía está ya en marcha. En Madrid se tratará de que la renovación sea pacífica. El ex secretario general José Manuel Franco ha facilitado la tarea al dimitir, aunque haya sido ajeno al diseño de la campaña. En su haber queda la pacificación del partido. Hubo también paz con Rafael Simancas, ganador de las elecciones de 2003 y que vio arrebatada su presidencia por el oscuro y grave tamayazo. Desde entonces, el PSM no volvió a ganar en Madrid hasta 2019 con el profesor Ángel Gabilondo, víctima, junto a Franco, de la derrota. Falta liderazgo, falta proyecto, falta estructura, y arraigo en el tejido social, señalan sin titubeos dirigentes socialistas sobre la debilidad del PSOE madrileño. Dos años para nutrirse y llenar esos déficits y otros tantos, o al menos, para que Sánchez, y con él la izquierda —con partidos por determinar — mantenga la hegemonía. Está aún por explorar si es útil para el PSOE dirigirse a los votantes de Ciudadanos.
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