El 23 de mayo de 1992, cuando aterrizó en el aeropuerto de Palermo, el juez Giovanni Falcone decidió conducir el Fiat Croma con el que viajaba junto a su esposa, la también magistrada Francesca Morvillo, y los escoltas. Volvían de Roma, ninguno llevaba cinturón de seguridad. A las 17 horas, 56 minutos y 48 segundos, justo en el desvío hacia Capaci, 500 kilos de dinamita trinitrotolueno (TNT) ocultos bajo la carretera de Trapani a Palermo volaron por los aires el coche. Desde el lugar del atentado puede verse todavía una torreta blanca donde alguien escribió en letras negras: No a la mafia. Justo ahí se escondió Giovanni Brusca, el hombre que activó el detonador por orden del capo Salvatore Totò Riina. El autor material de ese atentado -y de cientos de crímenes más- fue detenido en 1996. Pero este lunes por la noche fue puesto en libertad después de cumplir solo 25 años gracias a su colaboración con la justicia.
Brusca, de 64 años, perteneciente a la familia de San Giuseppe Jato y afiliado a los corleoneses cuando se convirtió en uno de los niños mimados de Totò Riina, fue un delincuente sanguinario. El asesinato de Falcone fue el más célebre de cuantos cometió. Pero él mismo reconoció que había perdido la cuenta del número de crímenes ordenados o ejecutados con sus propias manos (la justicia le atribuye unos 150). Como el del niño Giuseppe Di Matteo, hijo de 13 años una arrepentido, secuestrado durante dos años, estrangulado y disuelto en ácido.
El mafioso tenía que cumplir 30 años de cárcel. Pero ha descontado 45 días por cada seis meses pasados en la celda, el único beneficio que se aplica también a los condenados por mafiosos. Al final fueron 25 años y evitó la cadena perpetua gracias a su colaboración con la justicia, que permitió el arresto de grandes capos y figuras intermedias de la Cosa Nostra que en los años noventa desafió al Estado italiano con una oleada de atentados terroristas que también golpearon al segundo de Falcone, el magistrado Paolo Borsellino.
Brusca, conocido como ‘U Verru (el cerdo, en dialecto siciliano), no fue el único en arrepentirse de su generación y fue arrestado el 20 de mayo de 1996. Acababa de cumplir 30 años y fue detenido con un hermano (su padre Bernardo había sido condenado años antes en el maxiproceso instruido por el propio Falcone). Las confesiones de Brusca permitieron abrir las primeras investigaciones sobre la supuesta negociación entre el Estado italiano y la mafia -fue el primero en hablar del famoso papello, el documento donde Riina escribó sus condiciones para dejar de matar- y aportó información sobre el todavía oscuro asesinato de Borsellino.
La liberación de Brusca ha causado un gran impacto en Italia y en las familias de sus víctimas. Maria Falcone, hermana del magistrado, compartió ese dolor, pero explicó que la ley que ha permitido al criminal salir fue algo querido por su propio hermano y una herramienta útil para combatir a la mafia. “Es una noticia que me duele, pero así es la ley, una ley que mi hermano quería y que, por lo tanto, debe ser respetada. Solo espero que el poder judicial y las fuerzas del orden le vigilen muy de cerca para evitar el peligro de que vuelva a delinquir”, aseguró Maria Falcone, convertida ella misma en un símbolo de la lucha contra la mafia.
La liberación de Brusca “te deja sin aliento y te preguntas cómo es posible”, pero “la hermana de Falcone nos recuerda a todos que esa ley [la de reducción de penas de los arrepentidos] aplicada hoy la quiso también su hermano, que ha permitido tantos arrestos y ha desbaratado las actividades mafiosas, aunque es un puñetazo en el estómago”, resumió este martes el ex primer ministro y secretario general del Partido Demócrata (PD), Enrico Letta.
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