Si los viejos rockeros nunca mueren, Marco Bellocchio es uno de ellos. Mantiene una memoria espléndida, que le sirve para analizar de manera amable aunque tajante su vida y su carrera. Bellocchio (Piacenza, 81 años) lleva tres días de protagonista en el festival de Cannes: si el jueves dio una clase magistral, hoy viernes se ha proyectado el documental Marx può aspettare (Marx puede esperar), sobre la muerte de su hermano gemelo, Camillo, a los 29 años.
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Para Thierry Frémaux, delegado general del festival de Cannes, Bellocchio es “un gigante cinematográfico, y a quien teníamos el deber de subsanar el error de que nunca haya ganado la Palma”. Ha tocado muy diversos temas a lo largo de su carrera de medio siglo, con trabajos como China está cerca (1967), premio especial del jurado en Venecia; En el nombre del padre (1971), crítica contra la religión; Salto al vacío (1980), con la que Michel Piccoli y Anouk Aimée obtuvieron los galardones a la mejor interpretación masculina y femenina en Cannes; Buenos días, noche (2003), sobre el asesinato de Aldo Moro; Vincere (2009), la historia de la amante de Mussolini, o El traidor (2019), que pasó por Cannes y fue la mejor película italiana de esa temporada.
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Sobre El traidor, Bellocchio explicó: “No sabía nada de la mafia. Me adentré en algo que me era ajeno. De joven necesitaba limitarme a lo que conocía pero, conforme creces y maduras, puedes dirigir tu mirada a temas que no te pertenecen directamente”. Por eso cree que El traidor es una obra de madurez que subraya su pasión por la política —tocada tangencialmente en ese thriller—, aunque no se siente dentro de ningún partido. “La política para mí era algo muy importante, pero no militaba en el interior de ninguna fuerza. Yo estaba cercano a los movimientos de izquierda a finales de los sesenta, y a inicios de los setenta la llama revolucionaria se fue apagando”.