Mark Rutte, el primer ministro holandés en octubre de 2010, está a punto de repetir en el cargo por cuarta vez. Si nada se tuerce, a sus 54 años encabezará de nuevo un cuatripartito de centroderecha.
Rutte es ya un ejemplo de supervivencia: con sus más de 4.000 días en el poder se acerca al democristiano Ruud Lubbers, que gobernó el país entre 1986 y 1994, y que es por ahora el primer ministro más longevo en la historia de Países Bajos. Con la retirada de la alemana Angela Merkel, tan solo el húngaro Víktor Orbán.
El nuevo Ejecutivo busca recuperar la confianza del ciudadano, según el mensaje que recorre el borrador del pacto de coalición, formada por viejos conocidos, el cuarteto de la pasada legislatura: los liberales de derecha de Rutte (VVD), los liberales de izquierda (D66), los democristianos (CDA) y la Unión Cristiana (ChristenUnie) de inspiración protestante.
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Rutte se ha hecho un hueco en la historia parlamentaria de su país. Es proverbial su jovialidad, que mostró cuando se reforzó su protección por la amenaza de un ataque del crimen organizado. Sin embargo, sus tablas, no le sirvieron para remontar el escándalo de las ayudas familiares que provocó en enero la dimisión en bloque de su tercer Gabinete.
Lo ocurrido con más de 47.000 padres y 97.000 niños, según los últimos cálculos del Ministerio de Hacienda, acusados erróneamente de fraude entre 2013 y 2019 por la Agencia Tributaria, es uno de los mayores traumas colectivos de la historia reciente holandesa.
Los afectados son, en su mayoría, de origen inmigrante, y asumida la responsabilidad política, la secretaría de Estado de Hacienda cifra en “5.200 millones de euros el monto previsto para las indemnizaciones previstas hasta 2025″. Es una cantidad difícil de olvidar y su eco alcanza a la nueva coalición. Según los medios holandeses, el Gobierno contempla la reforma del subsidio y la posible gratuidad del cuidado infantil fuera del hogar hasta los 12 años.
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El nuevo equipo que Rutte tendrá mayoría en el Parlamento, pero no en el Senado. Pretende ser un Gobierno que recupere el tiempo perdido y aborde problemas enquistados, como la falta de vivienda o la contaminación, y asuma grandes inversiones.
Los cuatro líderes de los partidos de la coalición han medido los adjetivos para el acuerdo. Sigrid Kaag, a la cabeza de los liberales de izquierda, ha dicho que “tiene un tono equilibrado”. Wopke Hoekstra, jefe de los democristianos, ministro de Finanzas en funciones y bestia negra de los países del sur cuando se estaba decidiendo el fondo de rescate para solventar la crisis de la pandemia. Gert-Jan Segers, de ChristenUnie, se fija más en el futuro y confía en “un giro hacia la apertura y el servicio al ciudadano”.
Países Bajos es la quinta economía de la UE y, tras la marcha del Reino Unido, ha percibido que su tradicional disciplina fiscal era bien acogida en las capitales nórdicas y bálticas. La dureza mostrada en Bruselas contaba con amplio apoyo parlamentario en La Haya. De ahí que Rutte contrarrestase las críticas del exterior con el argumento de que la solidaridad va de la mano de las reformas y los controles.
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