Moody’s, la prestigiosa agencia de calificación crediticia, ha tomado una decisión significativa al rebajar la calificación de Estados Unidos, pasando de “Aaa” a “Aa1”. Esta caída, que ahora deja a Estados Unidos por debajo de la máxima calificación otorgada, responde a un aumento alarmante de la deuda y los intereses, que superan considerablemente a los de otras naciones con calificaciones comparables. En su comunicado, Moody’s destaca la falta de consenso entre las sucesivas administraciones y el Congreso para implementar medidas que frenen el crecimiento de los déficits fiscales y los crecientes costos asociados a los intereses de la deuda.
Es relevante mencionar que esta reducción de la calificación es un reflejo de tendencias preocupantes, con Moody’s ya habiendo ajustado la perspectiva a “negativa” a finales de 2023, señalando el agravamiento del déficit fiscal. No obstante, tras este nuevo ajuste, la perspectiva estadounidense ha sido elevada a “estable”, un cambio que podría indicar una fase de contención de las crisis fiscales.
Impulsado por el contexto complejo de la pandemia de Covid-19, el crédito soberano estadounidense, que había mantenido la máxima calificación por parte de Moody’s, se ve ahora en entredicho. La agencia ha manifestado que los esfuerzos actuales en el Congreso para abordar estos problemas no parecen ser suficientes para lograr reducciones significativas en el gasto obligatorio y el déficit, proyectando déficits aún mayores durante la próxima década.
Un aspecto de suma importancia es cómo este cambio impactó el discurso económico del presidente y afectó la percepción de la fortaleza económica del país. En medio de esta dinámica, la incapacidad de los legisladores republicanos para avanzar en votaciones cruciales añade otro nivel de incertidumbre a la situación.
Moody’s alienta al gobierno estadounidense a llevar a cabo reformas fiscales cruciales que puedan estabilizar e incluso revertir el deterioro de la deuda y los déficits. La agencia advierte que un empeoramiento más profundo de la situación fiscal o la pérdida de interés de los inversores en el dólar como moneda de reserva podría tener repercusiones dañinas, elevando las tasas de interés y, a su vez, encareciendo el costo de la deuda.
El escenario que se dibuja no es trivial: aunque se reconoce que un abandono del dólar como moneda de reserva es poco probable en el corto plazo, el análisis de la estabilidad y el futuro financiero de Estados Unidos sugiere la necesidad urgente de tomar medidas correctivas para garantizar una trayectoria fiscal viable y sostenible.
Esta información es relevante y válida hasta el 16 de mayo de 2025.
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