El último trabajo de Jorge Cela Trulock fue cuidar el estilo de los informativos de Televisión Española. Ahí era respetado como una autoridad que él no reivindicaba, pero que flotaba en el aire tranquilo y educado con que rodeaba sus correcciones. Editor y escritor de novelas, por él hubiera firmado con las iniciales J. C. T., porque nunca en su vida quiso presumir de nada, y menos de tener a un Nobel como hermano. Camilo José Cela, al que llamaron Camilo el del Premio, lo tuvo siempre como su hermano pequeño, pero él procuró no presentarse como tal ni expresar en ningún lugar ni envidia ni desdén. Tenía 88 años y murió el pasado viernes en Madrid, donde había nacido. En 1964, con Camilo y algunos de sus hermanos, fundaron Alfaguara, de la que tuvieron el control editorial hasta que el sello pasó a formar parte del Grupo Santillana.
El mediodía en que su hermano ganó el Nobel, Jorge estaba cumpliendo sus funciones en TVE. Jesús Hermida lo quiso atraer al programa de tarde en el que don Camilo ejercía de tertuliano, y Jorge accedió al final como si estuviera cumpliendo una obligación laboral. En muchas entrevistas de la época, periodistas alentados por las polémicas alrededor del escritor más popular de la España de las últimas décadas trataron de hallar en su hermano menor algún atisbo de reticencia. Siempre declaró por él admiración y respeto, y siguió con actitud fraterna los homenajes que con motivo del centenario del nacimiento del autor organizó el hijo de este, el también escritor Camilo José Cela Conde. En 1987, cuando C. J. C. ganó el Premio Príncipe de Asturias, Jorge Cela escribió: “Me dicen los amigos que debo escribir unas cincuenta líneas en tanto en cuanto CJC ha reivindicado el idioma. (…) Y resulta que le va bien a Camilo lo de reivindicar. Porque el idioma lo ha bordado siempre, cosa que ni sus enemigos, que siempre los hay, pueden negárselo, y lo ha bordado porque lo aprendió en los clásicos, cuando yo aún no había nacido, y no se le olvidó, y sobre todo no lo quiso olvidar”.