A las tres del mediodía, el desangelado paisaje que ha envuelto a la primera semifinal femenina da paso a un millar de aficionados que ocupan posiciones en la central de la Caja Mágica con ganas de mambo. Son poquitos, pero se hacen notar. Luce el sol en Madrid, hace un día primaveral y una bandada de estorninos sobrevuela la cubierta para echar un vistazo y comprobar que las cosas van bien, que nada se sale del guion. Otean desde allí en lo alto los pajarillos y encuentran luz verde. Todo en orden, no hay sobresalto alguno. Rafael Nadal sella sin contratiempos su acceso a los cuartos del Mutua Madrid Open (doble 6-3 a Alexei Popyrin, en 1h 19m) y su juego sigue ganando temperatura de cara al objetivo sabido de París.
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En el palco reservado a las personalidades, el extenista David Ferrer, ahora director del Godó, departe amistosamente con Ronaldo Nazario, que antes de sentarse saluda al propietario del torneo, el rumano Ion Tiriac, y da una colleja amistosa a su amigo Luis Figo. A continuación, Nadal accede a la pista con la mirada afilada y comienza el griterío, acrecentado cuando el speaker comienza a recitar los títulos que ha ganado el español, quedándose casi sin aire cuando llega al tramo referido a Roland Garros. Son 13 entorchados allí, y al bueno de Popyrin, un chico de 21 años que este jueves aspiraba a divertirse, según comentaba el día previo, le entra la risilla floja mientras lo escucha porque cuesta imaginárselo.
El australiano compite sin dobleces. Es decir, ni más ni menos que con lo que tiene. Es el 76º del mundo y destila ese juego que aborrece a los románticos, palo a palo de principio a fin. Atina con el primero, el último se pierde en un pasillo. Arranca con siete puntos consecutivos, pero Nadal sabe perfectamente por dónde van los tiros y frente a la potencia sin control, frente a ese tenis de vía única que exhiben las nuevas generaciones e invita a rebobinar con nostalgia en torno a el pasado, él plantea una respuesta sesuda. En cuanto el pequeño pierde precisión, la historia es coser y cantar para el campeón de 20 grandes, que desactiva el ímpetu del rival con un break y responde con el segundo a la réplica que le aporta una dosis mínima de pimienta al primer set.
A partir de ahí, un paseo primaveral para Nadal, al que le basta con otro arañazo en el segundo parcial y permanecer el servicio para cobrarse otra víctima australiana en tierra (10-0), y una más en lo que se refiere a adversarios procedentes de las fases previas sobre arcilla: 40-0. Si en Montecarlo y Barcelona transitó a tirones, el mallorquín ha encontrado en la Caja Mágica un despegue de lo más placentero. Redujo al prometedor Carlos Alcaraz (18) en el estreno y Popyrin supone poco más que un té de media tarde. Va entonándose y cogiendo buen color, pese a que el segundo no le ofrezca ritmo y obligue más al oficio que otra cosa. En cualquier caso, se perciben mejorías en todos los apartados, de modo significativa con el saque. Desteñido hasta desembarcar en Madrid, va recuperando la forma y a partir de ahí la elaboración del punto es otra historia. Así, espera ahora un pulso en los cuartos con Alexander Zverev o Daniel Evans.
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