En febrero de 2020, el presidente argentino Alberto Fernández comparó la negociación de la deuda externa con una partida de póker. “No es verdad que no tenemos un plan. Es verdad que no lo contamos y no lo contamos porque estamos en plena negociación. Y contarlo sería descubrir las cartas. Estamos jugando al póker y no con chicos”, dijo durante su viaje a Francia. Ese agosto, el Ejecutivo peronista anunció la reestructuración del 99% de la deuda de 68.000 millones de dólares en manos de bonistas privados. La pandemia de covid estaba en sus inicios y Fernández gozaba de una elevada popularidad.
Dos años después, la partida se ha complicado para Argentina. En la mesa se sienta ahora el Fondo Monetario Internacional (FMI) por una deuda de 44.000 millones de dólares y el tiempo se acaba: en marzo el país sudamericano debe abonar un vencimiento de 2.900 millones de dólares al que no puede hacer frente. Del acuerdo con el FMI depende también una nueva prórroga con los acreedores del Club de París.
El equipo económico argentino liderado por el ministro Martín Guzmán advierte ya que “nadie quedará contento con lo que se firme” e intenta contrarrestar las críticas que llegan desde la oposición y parte del Gobierno, pero escasean las buenas cartas.
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Esta semana, en vez del esperado respaldo de la Administración estadounidense que buscaba, ésta le reclamó que presente un plan económico sólido al organismo internacional. Los mercados dan muestras de su desconfianza con caídas de los bonos en dólares y una rápida devaluación de la cotización paralela del peso y las encuestas reflejan el gran pesimismo de los argentinos respecto al horizonte económico.
El canciller argentino, Santiago Cafiero, fue recibido el martes por el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken. El país norteamericano es el principal accionista del FMI y Cafiero buscaba una clara señal de respaldo a Argentina, pero Blinken se limitó a apoyar la negociación en curso.
El jefe diplomático de Biden reiteró además el mensaje que habían transmitido antes las autoridades económicas estadounidenses: “Alentó a la Argentina a presentar un marco de política económica sólido que devuelva el crecimiento al país”, escribió el departamento de Estado en un comunicado.
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Hace unas semanas, el FMI admitió que el crédito concedido a Argentina bajo la presidencia de Mauricio Macri —el más grande de la historia del organismo— no cumplió con el objetivo de restaurar la confianza del mercado ni de reducir los desequilibrios fiscales. Pero no quiere un nuevo fracaso. Ahora, para conceder el programa de ampliación de la facilidad del fondo que solicita Argentina, y que le daría un periodo de gracia de al menos cuatro años antes de empezar a pagar la deuda, exige un plan económico “creíble” destinado a reducir el déficit fiscal y la inflación, que cerró 2021 en 50,1%.
Guzmán ofrece alcanzar el equilibrio fiscal primario en cinco años, pero su propuesta no convence en Washington a los negociadores del FMI ni en Buenos Aires a la oposición y al sector del Gobierno que rechaza cualquier ajuste. Entre estos últimos está la influyente exjefa de Estado Cristina Fernández de Kirchner, hoy vicepresidenta, quien critica la moderación fiscal aplicada por el Ministerio de Economía y este martes volvió a arremeter contra Macri por haber recurrido al FMI en 2018. Fernández de Kirchner escribió en una carta pública al comparar los 5.160 millones pagados ese año al FMI en vencimientos de deuda con “los 420.000 millones de pesos [cerca de 4.000 millones de dólares al valor oficial en 2021] que fueron destinados a las medidas tendientes a mitigar los efectos de la pandemia [de covid-19]”.
El pesimismo es visible también en la calle, con un enojo creciente con los políticos por el rápido empobrecimiento de los últimos años.
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