El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, presidió este 19 de julio el 42 aniversario del triunfo de la revolución sandinista en un acto político celebrado en la vieja plaza en la que guerrilleros entraron gloriosos tras derrocar al dictador Anastasio Somoza en 1979. Lejos de esa estampa guerrillera, el colorido mitin político sirvió como reafirmación de la figura del mandatario, quien busca perpetuarse en el poder con la eliminación de la competencia electoral, materializada con el encarcelamiento de seis precandidatos opositores.
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“El pueblo” que lo acompañó fueron integrantes de la Juventud Sandinista, sentados en un círculo que rodeaba una enorme estrella ecléctica que también se usó el año anterior. Sin embargo, lo que más llamó la atención fue la ausencia de personalidades internacionales -incluso autoridades de las incondicionales Cuba, Venezuela y Bolivia-, algo que evidenció diáfanamente el aislamiento del régimen, producto de la escalada represiva.
Más allá de la parafernalia política, que incluyó un largo concierto con canciones que exaltaban el nacionalismo, el antiimperialismo y hasta la violencia para “defender la soberanía”, Ortega aprovechó el acto para vociferar contra los empresarios y amenazar a los opositores.