Las palabras del fallecido comandante Tomás Borge, oscuro y temido personaje de la revolución sandinista de Nicaragua, parecen hoy salidas de una sombría profecía. Daniel Ortega recién se había instalado de nuevo en el poder en 2007. Cuando Borge sentenció: “Todo puede pasar aquí, menos que el Frente Sandinista pierda el poder… cueste lo que cueste”.
Ortega se ha instalado en la represión y la persecución política para mantener el poder centroamericano. A través del control del aparato de justicia, eficiente a la hora de levantar casos contra los opositores.
La instrumentalización de la Asamblea Nacional, a sus órdenes para aprobar leyes que criminalicen la crítica y, sobre todo, su dominio sobre la Policía Nacional, el órgano represivo del régimen. “Eliminar toda candidatura, toda oposición, es el objetivo de una dictadura en agonía.
Por eso recurre a la represión masiva. Nada le ha funcionado”, ha dicho Dora María Téllez, exguerrillera sandinista, otrora compañera de armas de Ortega y hoy voz crítica desde la oposición, detenida el domingo en Managua.