Con una oferta cultural y de ocio apabullante y una monumentalidad que mezcla clasicismo y vanguardia, es difícil pensar en Berlín como un destino verde. Pero lo lleva siendo desde hace años. Además de ser la ciudad alemana donde más ha calado la conciencia verde, con la proliferación de edificaciones que emplean madera reciclada para absorber más CO2, en todos sus barrios surgen por doquier parques y espacios verdes.
Su gran pulmón verde, ubicado en el centro, es el majestuoso Tiergarten, pero la naturaleza también altera (para bien) el paisaje de barrios menos céntricos, en los que el viajero casi se olvida de que se encuentra en una gran capital europea. La proximidad de bosques y lagos, la belleza de las villas con jardines y la presencia de famosos centros culturales convierten estos distritos periféricos en un sector muy codiciado por diplomáticos y famosos, pero también en una escapada a la naturaleza que puede hacerse en metro o en bicicleta.
Tiergarten, el corazón verde de Berlín
Lo primero que llama la atención al desplegar un mapa de la capital alemana es la gran mancha verde que irrumpe en el oeste. Es el Tiergarten, el parque más famoso de la ciudad y un verdadero pulmón que ocupa 210 hectáreas. En su origen fue concebido como un coto de caza de los príncipes de Brandeburgo —de ahí su nombre, “jardín de animales”, en alemán—, pero en el siglo XVIII, Federico II el Grande, al que no le gustaba nada la caza, pidió al arquitecto Georg Wenzeslaus von Knobelsdorff que lo transformara en un lugar de recreo. Durante la primera mitad del siglo XIX, el paisajista Peter Lenné lo convirtió en un parque inglés y de aquella época son varias estatuas o monumentos, como los dedicados a la reina Luisa y a su esposo Federico Guillermo III, o a los músicos Beethoven, Haydn y Moz art.
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En 1945, coincidiendo con la caída del nazismo, el Tiergarten era una sombra de sí mismo y un espejo del penoso momento que atravesaba la ciudad. Arrasado por los bombardeos y los combates calle por calle en las últimas semanas de la II Guerra Mundial, también sufrió la tala de árboles para la obtención de leña con que calentarse, y el cultivo de patatas y verduras por parte de unos berlineses que carecían prácticamente de todo.
Entre 1949 y 1954 se volvió a poblar de árboles, pero nunca recuperó del todo su esplendor previo. En los años de plomo de la Guerra Fría quedó situado justo en la frontera que separaba el Berlín oriental del occidental, así que cuando cayó el Muro en 1989 se convirtió de repente en el corazón del nuevo Berlín. Hoy es un generoso parque urbano, ideal para hacer un pícnic, footing, dar un paseo en bici o jugar un partido de fútbol. En verano se llena de berlineses, sobre todo de familias de origen turco (el grupo inmigrante más numeroso en el país) que se reúnen alrededor de grandes barbacoas.
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Un buen sitio para hacer una pausa en el paseo es en el entorno del café Am Neuen See, relajante y encantador. En verano, el viajero puede tumbarse en una hamaca o dar un romántico paseo en barca sobre el lago, mientras que en invierno encontrará cobijo detrás de sus grandes cristaleras.
La columna de la Victoria, erigida sobre una gran plaza en la avenida 17 de Junio que atraviesa Tiergarten de este a oeste, fija el punto donde confluyen cinco avenidas. El esbelto monumento se construyó delante del Reichstag (el edificio del Parlamento) para celebrar las victorias militares de Prusia, en alianza con el imperio austríaco, sobre Dinamarca, Austria y Francia (1864), pero el régimen nazi decidió trasladarla en 1938 a su ubicación actual como parte de sus ambiciosos planes para su nueva capital, Germania. No muy lejos de la columna de la Victoria, a orillas del río Spree, se encuentra el palacio de Bellevue, residencia oficial del presidente de la República alemana desde 1994. Se trata de un edificio neoclásico blanco edificado en el siglo XVIII para ser la residencia de verano del hermano de Federico II, Fernando de Prusia. En la I Guerra Mundial se utilizó como base del alto mando militar y más tarde incluso se dividió en habitaciones para alquilar.
Pero, sin duda, uno de los lugares con más encanto del parque es la Rousseau-Insel, una pequeña isla en medio de un lago que rinde homenaje al botánico y naturalista suizo Jean-Jacques Rousseau (1712-1778).