Cuando los hijos llegan a la adolescencia los temores se apoderan de los padres: temor a la incomunicación, a la rebeldía propia de la edad, al declive de los resultados académicos, a los cambios de amigos y las consecuentes malas compañías… Y mucha más angustia nos supone la posibilidad de que se interesen por las drogas y las consuman de manera habitual.
En efecto, las posibles adicciones dan mucho miedo y los datos de la reciente Encuesta ESTUDES lo avalan. Un 74,1% de los chicos, y un 77,5% de las chicas han consumido alcohol en el último año; mientras que cannabis, un 29,2% y un 25,9% respectivamente. El informe también refiere que la edad media de inicio en estos consumos es de 14 años. Muchos de estos chavales acaban en tratamiento por adicción en torno a los 25, según el Informe europeo sobre drogas 2021: tendencias y desarrollos, elaborado por el European Monitoring Centre for Drugs and Drug Addiction (EMCDDA).
Más información
Se sabe, incluso, las preferencias de las sustancias, según género. Aunque en los últimos años ciertos consumos se han homogeneizado, Sergio Fernández-Artamendi, profesor titular del departamento de Psicología de la Universidad Loyola y coautor de Adicciones y salud mental en adolescentes: Dos caras de la misma moneda comenta: “En nuestro estudio hemos observado que los chicos consumen cannabis con más frecuencia, y que tienen más problemas de consumo de alcohol y cannabis que ellas”. En el alcohol, Eulalia Alemany, directora técnica de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, FAD, apunta una curiosidad: ellas se emborrachan más entre los 14 y los 16; y a partir de los 17 la tendencia se invierte y son ellos quienes más beben.
Las chicas también destacan por el consumo de tabaco y de “determinadas sustancias como los hipnosedantes, particularmente elevado —y sigue creciendo— entre ellas, que casi doblan en prevalencia a los chicos”, afirma el profesor de la Universidad Loyola. Y añade: “Otros consumos como el de cocaína son más elevados entre ellos; así como la práctica de juegos de azar y los problemas asociados al juego, que han crecido exponencialmente y son particularmente elevados entre los chicos”.
La prevención comienza en casa
La mayoría de los padres que estén leyendo esto pensarán que su hijo ‘no va a ser de esos’. Ese pequeño encantador y charlatán o esa cría divertida y cariñosa no pueden transformarse en solo unos años en alguien, casi, desconocido para el progenitor. Y es muy probable que sea cierto. Pero nadie está a salvo de una mala adolescencia. Los expertos recomiendan no esperar a que existan problemas para tratar de atajarlos, sino prevenirlos desde la infancia intensificando esfuerzos en la preadolescencia.
Fernández-Artamendi aconseja una estrategia muy sencilla y eficaz: “Pasar una hora todos los días con ellos en un contexto sin distracciones (televisión, móviles); por ejemplo, la hora de la cena. Permite construir desde la infancia múltiples factores de protección relacionados con la supervisión parental: una relación de confianza, un mejor apoyo familiar percibido, desarrollo de habilidades sociales… De esta forma, cuando los problemas surjan en la adolescencia, será más fácil detectarlos de forma temprana y la relación establecida hará más fácil poder resolver los problemas de forma efectiva y sin (muchos) conflictos”.