El jueves de la semana pasada se advertía que el Reino Unido se enfrentaba a una pérdida de la actividad económica más prolongada del último siglo, con dos años de penuria por delante en los que las cifras del paro llegarían a duplicarse.
La Oficina Nacional de Estadística (ONS), ha confirmado la primera señal de esa senda. El PIB británico se contrajo durante el tercer trimestre del año un 0,2%. La cifra contrasta notablemente con los datos de la UE, que vio una expansión de su economía del 0,2% en el mismo periodo. El parón en la actividad del país que supuso el fallecimiento de Isabel II (8 de septiembre), provocó un descenso de la actividad económica del 0,6% en septiembre, y agravó los datos finales del trimestre.
Los economistas hablan de recesión desde el momento en que se producen dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo. Aunque el consenso de los expertos anticipaba una reducción del PIB entre julio y septiembre del 0,5%, que ha resultado ser menor, ese mismo consenso anticipa que la cifra seguirá siendo negativa en el último trimestre de 2022, y que el Reino Unido entrará técnicamente en recesión a partir de 2023. “No me hago ilusiones. Sé que nos queda por delante un camino muy duro, que requerirá la adopción de decisiones extremadamente difíciles que nos permitan recuperar la confianza y la estabilidad económica”, ha dicho el ministro británico de Economía, Jeremy Hunt, al conocer los nuevos datos.
La elevada inflación, que se sitúa ya en el 10,1%, junto con la subida de los tipos de interés, han contribuido a agravar la crisis del coste de la vida que ya sufrían los británicos. Los elevados precios de la energía, la subida de las cuotas de las hipotecas y los precios de una cesta de la compra que, en el Reino Unido, son todavía peores que en el continente europeo por culpa de las consecuencias del Brexit, han acelerado la llegada del periodo recesivo. El sector de los servicios, que supone tres cuartas partes de la actividad del país, han notado el golpe de la inflación y de la bajada, en términos efectivos, del poder adquisitivo de las familias. “Los bajos niveles de reservas y de recursos acumulados suponen que las pequeñas empresas sean mucho más vulnerables a las malas rachas, mucho más en un momento en el que la confianza se está deteriorando tanto entre los consumidores como entre los empresarios”, ha advertido Martin McTague, el presidente de la Federación de Pequeñas Empresas del Reino Unido. “El Gobierno debe demostrar ahora que ha entendido la escala la gravedad del problema”, ha añadido.
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