En diversas culturas del mundo, las prácticas funerarias ofrecen una ventana única hacia las creencias y valores de una sociedad. Una de las tradiciones más sorprendentes y relevantes que ha resurgido en los últimos años es el rito conocido como “entierro celestial”, que consiste en ofrecer los cuerpos de los fallecidos como alimento a los animales, en particular a los buitres. Esta costumbre, que tiene raíces en antiguas prácticas de comunidades nativas, plantea una reflexión profunda sobre la muerte, la naturaleza y la continuidad de la vida.
El “entierro celestial” se fundamenta en la idea de que, al permitir que la naturaleza consuma los restos humanos, se inicia un ciclo de retorno a la Tierra, aprovechando al máximo los recursos que el cuerpo ha acumulado en vida. Esta práctica se lleva a cabo en plataformas o lugares elevados, donde se depositan los cuerpos, protegiéndolos del contacto con el suelo, y facilitando así su acceso a los animais carroñeros. Los practicantes consideran esta acción no solo un acto de respeto hacia el difunto, sino también una responsabilidad ambiental.
Este rito cobra especial relevancia en el contexto actual, donde el cambio climático y la crisis ambiental han llevado a muchas comunidades a cuestionar sus métodos tradicionales de manejo de desechos y muerte. En esta línea, el entierro celestial emerge como una alternativa sostenible, que minimiza el uso de recursos como ataúdes y cementerios, y al mismo tiempo contribuye a la salud del ecosistema.
Además de su componente ecológico, esta práctica también refleja una profunda conexión entre el ser humano y la naturaleza. En muchas culturas, la muerte no es vista como un final, sino como una transformación que continúa el ciclo vital. La visión de que el ser humano puede nutrir otros seres vivos a través de su propia descomposición proporciona un sentido de continuidad espiritual que resuena con las creencias de diversas civilizaciones.
Sin embargo, el entierro celestial no está exento de controversias. Algunos críticos plantean preocupaciones sobre la salud pública y el manejo de contagios, lo que ha llevado a debates en torno a la regulación de esta práctica en ciertos países. Las discusiones sobre cómo llevar a cabo estas ceremonias de manera segura y respetuosa son esenciales para que esta tradición perdure.
En un mundo donde las prácticas funerarias están en constante evolución, el entierro celestial invita a una reflexión sobre nuestros propios hábitos y tradiciones, así como sobre el legado que deseamos dejar. Este ritual no solo celebra la vida del fallecido, sino que lo entrelaza con la existencia de otros seres vivos, cuestionando las nociones convencionales de final y renovación.
Si bien el “entierro celestial” puede no ser una opción para todos, su creciente popularidad en diversos contextos subraya la importancia de explorar nuevas formas de conectarnos con nuestros seres queridos, la naturaleza y el ciclo de la vida. En definitiva, esta práctica centenaria destaca la riqueza de la diversidad cultural y la capacidad del ser humano para encontrar maneras innovadoras de vivir en armonía con el planeta.
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