Lo que comenzó como una mañana cualquiera de un sábado cualquiera para los miembros de la congregación Beth Israel en la sinagoga de Colleyville, a las afueras de Dallas-Forth Worth (Texas), se transformó en una pesadilla en la que participaron decenas de miembros de las fuerzas del orden y un equipo especial del FBI llegado desde Quantico (Virginia) para rescatar a los cuatro rehenes que el británico Malik Faisal Akram, de 44 años, tuvo retenidos durante casi 11 horas.
Uno de los rehenes de Akram fue el rabino de la sinagoga Charlie Cytron-Walker, quien durante este lunes ha relatado a distintos medios estadounidenses cómo, a pesar de estar “aterrorizado”, considera que apresuró el desenlace al arrojar una silla al secuestrador, haciendo así posible que escaparan los rehenes que todavía estaban en poder del atacante.
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En opinión del rabino, según pasaban las horas, cada vez se veía más alterado al secuestrador y se notaba su frustración por no estar logrando sus requerimientos: que liberasen a una prisionera en una cárcel de Texas con lazos con Al Qaeda. “Estábamos aterrorizados”, confesó el religioso.
“Cuando vi una oportunidad, en un momento en que él no parecía estar muy atento, me aseguré de que los dos hombres que aún estaban conmigo estuvieran listos para partir. La salida no estaba muy lejos. Les dije que se fueran”, relató Cytron-Walker, con la voz marcada por la emoción. Fue entonces cuando el rabino tomó la decisión de lanzar la silla. “Los tres nos dirigimos a continuación a la puerta, y los tres pudimos salir sin que se disparara un solo tiro”, afirmó el rabino.
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Antes del desenlace final, el secuestrador había permitido la liberación de uno de los rehenes tras varias horas de negociaciones. Lo que sigue sin conocerse son detalles concretos de la operación, en la que hubo una explosión y diversas ráfagas de fuego. El secuestrador perdió la vida, aunque no se saben los detalles de su muerte.
Se explica cómo el rabino fue quien franqueó la entrada al secuestrador y le ofreció una taza de té caliente para aliviarse de la fría mañana que se vivía en el exterior. El servicio religioso se estaba ofreciendo a través de Facebook debido a los rigores de la pandemia y en la sinagoga había un número muy reducido de feligreses. Cuando el asalto comenzó, pudieron oírse las primeras órdenes y expresiones del atacante, pero la conexión se cerró de forma abrupta en cuanto se supo que existía una situación de alto peligro.
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