Por Juan Carlos Sánchez Magallán
Miles de personas han fallecido por el gran terremoto de 7.8 de magnitud que sacudió al sureste de Turquía, cerca de la frontera con Siria. Al sismo, que tuvo su epicentro cerca de la ciudad turca de Gaziantep, le siguió otro nuevo de magnitud 7.5. Ambos sismos dejaron extensas zonas devastadas, con miles de casas y edificios colapsados, en las que han fallecido entre 15 y 25 mil personas (según información que circula en redes) y varios miles de heridos, según datos de BBC News Mundo. Este hecho ocurrió en horas de la madrugada, cuando la gente estaba bajo techo y durmiendo, y sucede que Siria carece de un Sistema de Alerta Sísmica como el que tenemos en México, donde unos sensores monitorean permanentemente los movimientos de la Tierra y, cuando detectan alguno que pueda convertirse en un sismo arriba de 6 grados en la escala de Richter, emiten inmediatamente una señal de radio que la gente escucha en las alarmas instaladas en las zonas urbanas.
En el caso de la CDMX, llega a una central que retransmite a las estaciones de radio, televisión e incluso a una aplicación de teléfonos celulares, estos segundos previos de aviso a las familias y personas hacen la diferencia para que la gente salga de sus casas y oficinas (según sea el caso) para ponerse a salvo.
Sin duda, el tipo y edad de construcción de los edificios es determinante para que se mantengan en pie. La calidad de las estructuras y materiales de construcción son fundamentales. En el caso de México, el sismo de 1985, con una intensidad de 7.1 grados de magnitud, destruyeron el Centro Histórico, provocando la pérdida de 25 mil vidas, aproximadamente.
Nosotros aprendimos de esta amarga experiencia e impulsamos toda una cultura de protección civil que permitió la construcción de instituciones y leyes para prevenir este tipo de fenómenos que son constantes y permanentes. Leyes de protección civil y rigidez en las existentes en materia de construcciones, usos de suelo, atlas de riesgos, obras públicas para evacuar a las personas, como lo son las escaleras de emergencia de edificios públicos y privados. Escuelas, hospitales, plazas comerciales, cines, universidades, restaurantes y todo tipo de establecimientos que reciben a decenas o miles de personas todos los días para la realización de eventos y espectáculos culturales y artísticos, como lo son auditorios, museos, además, como ya señalé, la instalación de la alerta sísmica, que nos avisa unos segundos antes de que ocurra el siniestro, lo que nos permite salvar miles de vidas.
Los terremotos ocurren por el acomodamiento de las llamadas placas tectónicas de la corteza terrestre, que se anidan una junto a la otra. Estas placas a menudo intentan moverse, siendo la fricción y el roce con la placa, justo al lado, lo que impide que se mueva, mas sucede que, en ocasiones, la posición aumenta tanto que una de las placas se sacude de modo repentino y hace que la superficie tiemble.
En este caso, la placa de Arabia se movió desplazándose al norte, chocando con la placa de Anatolia. El sismo de Turquía, de 7.8, está catalogado como de los de mayor intensidad y causan daños graves. Los sismos arriba de 8 son catastróficos y destruyen a las comunidades que se encuentren en su centro. Como ejemplo, debemos recordar el terremoto frente a la costa de Japón en 2011, con magnitud 9, causando daños en la tierra y provocando maremotos gigantes.
El gran terremoto de Valdivia, en Chile, con 9.5, fue el 22 de mayo de 1960, liberó energía equivalente a 20 mil bombas de Hiroshima, desatando un tsunami con olas de hasta 25 metros que causaron devastación y sepultaron poblaciones costeras.
Con la naturaleza no se juega, mejor prevenir que lamentar. ¿O no, estimado lector?
Gracias por leer Columna Digital, puedes seguirnos en Facebook, Twitter, Instagram o visitar nuestra página oficial.
La nota precedente contiene información del siguiente origen y de nuestra área de redacción.