Si bien la mayoría de nosotros podemos esperar vivir más o menos hasta los 80 años, algunas personas desafían las expectativas y viven más de 100. En sitios como Okinawa, en Japón, o Cerdeña, en Italia, hay muchos centenarios. La persona más longeva de la historia ‒una mujer francesa llamada Jeanne Calment ‒ vivió hasta los 122. Cuando nació en 1875, la esperanza media de vida era de unos 43.
Pero, ¿cuánto tiempo puede vivir realmente un ser humano? Llevamos siglos haciéndonos esta pregunta. Mientras que la esperanza media de vida (el número de años que una persona puede esperar vivir) es relativamente fácil de calcular, el cálculo de la duración máxima de la vida (la edad más avanzada que podría alcanzar un ser humano) es mucho más difícil. Algunos estudios han situado este límite cerca de los 140 años. Sin embargo, un trabajo más reciente propone que el límite de la duración de la vida humana se acerca más a los 150.
Calcular la duración de la vida
El método más antiguo y todavía más utilizado para calcular la esperanza de vida, y por lo tanto, su duración, utiliza la ecuación de Gompertz. Se denomina así a la observación, hecha en el siglo XIX, de que la tasa de mortalidad humana por enfermedad aumenta de manera exponencial con el tiempo. Básicamente, esto significa que la probabilidad de morir ‒de cáncer, de una cardiopatía o de numerosas infecciones, por ejemplo‒ se multiplica aproximadamente por dos cada ocho o nueve años.
Hay muchas maneras de ajustar la fórmula para explicar cómo diferentes factores (tales como el sexo o la enfermedad) afectan a la duración de la vida de una población. Los cálculos de Gompertz se utilizan incluso para calcular las primas de los seguros médicos. Por eso las compañías están tan interesadas en si usted fuma, está casado, o en cualquier otro detalle que pueda permitirles conjeturar con mayor exactitud a qué edad morirá.
Vivir hasta los 150
Intuitivamente, debería haber una relación entre la posibilidad de morir y con cuánta rapidez y hasta qué punto una persona se recupera de una enfermedad. Este parámetro constituye una medida de la capacidad de mantener la homeostasis ‒el equilibrio biológico normal‒ y se conoce como resiliencia. De hecho, el envejecimiento se puede definir como la pérdida de capacidad de mantener la homeostasis. Normalmente, cuanto más joven es una persona, más capaz es de recuperarse rápidamente de una enfermedad.
Para llevar a cabo la modelización, los investigadores tomaron muestras de sangre de más de 70.000 participantes de hasta 85 años y observaron los cambios a corto plazo en su cantidad de células sanguíneas. El número de glóbulos blancos que tiene una persona puede indicar el nivel de inflamación (enfermedad) de su cuerpo, mientras que el volumen de glóbulos rojos puede ser un indicador del riesgo de sufrir una enfermedad cardíaca, un accidente cerebrovascular, o un deterioro cognitivo, como la pérdida de memoria. A continuación, los científicos simplificaron estos datos en un solo parámetro al que llamaron “indicador dinámico del estado de los organismos” (DOSI son sus siglas en inglés).
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Los cambios en los valores del DOSI de los participantes predijeron quiénes iban a contraer enfermedades relacionadas con la edad y cómo variaba esto de persona a persona, y modelizaron la pérdida de resiliencia con el tiempo. Estos cálculos pronosticaron que en todos los casos ‒con independencia de la salud o la genética‒ la resiliencia dejaba de funcionar por completo a los 150 años, lo cual ponía un límite teórico a la duración de la vida humana.
Sin embargo, esta clase de cálculos da por sentado que nada nuevo intervendrá en una población, como por ejemplo, que no se descubrirán nuevos tratamientos médicos para las enfermedades comunes. Este es un fallo importante, ya que a lo largo de una vida se producen avances significativos que benefician a unas personas más que a otras.