El 18 de abril de 1889 se produjo un terremoto en Tokio (Japón). 64 minutos después del temblor, sus ondas sísmicas fueron detectadas por dos péndulos horizontales instalados en sendos observatorios de Postdam y Wilhelmshaven (Alemania). Era la primera vez que se registraba el paso de perturbaciones telúricas por el interior del planeta. 132 años después, un numeroso grupo de científicos ha desvelado cómo es Marte por dentro gracias a un sismógrafo algo más sofisticado que aquellos osciladores.
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La sonda InSight de la NASA (ver gráfico más abajo) detectó más de un centenar de los llamados martemotos en su primer año sobre la superficie marciana. Esta expedición tiene por objetivo la exploración del interior del planeta rojo usando, entre otros indicadores, las ondas sísmicas. Como sucede con el sonido, estas oscilaciones se ven moduladas por el medio por el que pasan. Y son estos cambios los que permiten saber el grosor, la densidad o incluso el tipo de material que atraviesan.
Desde que la InSight aterrizó en un cráter de la Planicie Elísea en noviembre de 2018, su sismógrafo SEIS ha detectado más de un millar de eventos. Aunque ninguno ha superado una magnitud de 4, una decena de ellos han dejado una señal lo suficientemente clara para atisbar la estructura interna de Marte, con todas sus similitudes y diferencias con la Tierra.
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Los primeros resultados los acaba de publicar ahora la revista científica Science en tres trabajos diferentes. Como la Tierra, el interior de Marte está estructurado en tres grandes capas, corteza, manto y núcleo. La capa exterior tiene un grosor, al menos en la región que hay debajo de la sonda, de entre 20 y 39 kilómetros. Al extrapolar los datos a todo el planeta, estiman un grosor de entre 24 y 72 kilómetros. La última cifra supondría más que doblar los 33 km que tiene la corteza terrestre de media. Además, han estimado que en la cubierta marciana hay hasta 20 veces más materiales que generan calor radiactivo, como el uranio y el torio, de lo que se creía.