Bienvenidos a Utmark (en HBO España) son ocho capítulos de una muy interesante trama coral en la que cada personaje protagonista resulta tan inclasificable como la propia serie lo que, por otra parte, es comprensible, ya que se sitúa en Utmark, una aldea perdida del norte de Noruega que equivale a decir en el fin del mundo. Un territorio desolador que, imaginamos, condiciona el carácter de sus habitantes y en el que los únicos que parecen ser felices son los renos y las ovejas.
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El promotor y guionista de la serie, Kim Fupz Aakeson, ya había dejado su excelente e inquietante impronta en Que viene el lobo o de como las mentiras de una adolescente entremezcladas con unos servicios sociales que consideran, en una errónea convicción, que el menor siempre tiene razón, desembocan en una situación imprevisible.
Aakeson domina la incertidumbre y una especial habilidad para guardar en cada capítulo una nueva vuelta de tuerca que estimula la perplejidad del espectador. Y si, como consideran algunos, en el futuro habrá que estudiar las obras de ficción para conocer la realidad del presente, Bienvenidos a Utmark nos muestra las mayoritariamente desconocidas culturas y costumbres del pueblo sami de los que 40.000 del total de 80.000 que lo componen, viven en la provincia noruega de Finmark donde, previsiblemente, se sitúa la acción de la serie.
Una remota aldea, un paisaje hostil y unos personajes que deambulan entre el alcoholismo, los celos y el machismo inevitablemente conducen a la violencia. Naturalmente actos violentos los hay en todas partes, pero en los pueblos pequeños alcanzan una repercusión mayor, quizá por su singularidad. En las grandes urbes hay prostitución, drogas, se roba y se mata, pero lo que alcanza notoriedad es Puerto Hurraco.
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