Una moneda Águila Doble, de 1933, alcanzó el martes los 18,9 millones de dólares (15,5 millones de euros al cambio actual) en una subasta de Sotheby’s celebrada en Nueva York, lo que la convirtió en la más cara del mundo. En la misma venta, el que se considera el sello más valioso del planeta no logró superar el precio mínimo que le habían otorgado los especialistas.
La dorada Águila Doble, que fue descrita en la subasta como “la Mona Lisa de las monedas”, tardó pocos segundos en subir desde los siete millones de precio de salida hasta los 10 millones de dólares (de 5,75 a 8,2 millones de euros), y tras varias pujas más se elevó a los 16,75 millones de dólares (13,7 millones de euros) que ofreció un comprador por vía telefónica, con el que se zanjó la venta. Al sumarle las tasas e impuestos, el precio total que el comprador anónimo pagará por Águila Doble de 1933 será de 18.872.250 dólares, notablemente por encima del precio estimado de entre 10 y 15 millones de dólares (8,2-12,3 millones de euros) y casi el doble de lo que se pagó en enero de 2013 por la moneda de 1794 Flowing Hair dollar (el dólar de la melena suelta), considerada la más cara hasta ahora. Por ella se desembolsó poco más de 10 millones de dólares hace más de ocho años, pero, cuando se intentó volver a subastar el pasado mes de octubre, no alcanzó el precio mínimo exigido, por lo que se quedó sin vender.
En la venta, sin embargo, decepcionó el que está considerado como el sello más preciado del mundo, el Magenta de 1 centavo de la Guyana Británica. Los expertos de Sotheby’s habían estimado que tenía un valor de entre 10 y 15 millones de dólares (8,2-12,3 millones de euros), pero su precio de martillo se quedó en siete millones de dólares (5,75 millones de euros) tras un minuto de subasta, alcanzando los 8,3 millones al incluir las tasas e impuestos (6,8 millones de euros). De este sello, expedido en 1856, solo se conoce un ejemplar, que fue redescubierto en 1873 por un niño de 12 años aficionado a la filatelia que lo encontró entre una serie de papeles, quedándoselo sin conocer su carácter extraordinariamente único.
Junto a la moneda, se subastaron otros dos importantes sellos, un trío de objetos de coleccionista que habían pasado varios años en manos del diseñador Stuart Weitzman, de 79 años, quien los compró individualmente para cumplir con uno de sus anhelos. “Era un sueño de su niñez poseer el mejor sello del mundo, la mejor moneda del mundo y el mejor sello estadounidense del mundo”, explicó el director del Departamento de Libros y Manuscritos de Sotheby’s, Richard Austin.